jueves, 26 de enero de 2012

Salta y Bolivia /7 De la Chiquitanía... ¡de vuelta a Sucre!

Contrariamente a lo que están esperando, no escribimos desde la "Chiquitanía", sino desde Santa Cruz de la Sierra. Es la ciudad por la que más veces pasamos en Bolivia, y sin embargo no se puede decir que la conocemos, porque siempre estuvimos de pasada (ni siquiera fuimos a la plaza principal, que es algo así como el punto de partida infaltable para conocer cualquier ciudad o pueblo de Bolivia). Con ésta, ya van tres veces que pasamos por la "terminal bimodal" de la que salen los trenes y ómnibus: la primera, cuando llegamos desde Buena Vista hacia Samaipata; la segunda, de Samaipata hacia Concepción; la tercera, ésta, recién llegados de Concepción y con destino a... Sucre. ¿Por qué tantas idas y vueltas? Lean y se enterarán.
El martes 24 de enero nos levantamos y preparamos todo para salir de vuelta a Santa Cruz desde Samaipata, ahora notablemente vaciado de turistas locales y extranjeros después del famoso fin de semana largo que casi nos deja sin alojamiento. Hicimos las mochilas, nos fuimos del "Palacio del ajedrez" (donde, desgraciadamente, aunque tienen un tablero gigante de loza, no pudimos ver ningún ajedrez viviente ni tampoco una competencia de partidas simultáneas) y nos dirigimos hacia la plaza del pueblo, de donde salían las "trufis" de vuelta a Santa Cruz.
El día anterior habíamos averiguado por la única compañía de ómnibus que lleva de vuelta a Santa Cruz, porque queríamos evitar caer nuevamente en el auto de un "taxista asesino" como el de la ida. Sin embargo, nos dijeron que el ómnibus salía a las ¡4 de la mañana! Cuando preguntamos por qué éste (y muchos otros) ómnibus tenía un horario tan espantosamente incómodo, el taxista que nos llevó a los Chorros nos explicó algo que iluminó bastante la cuestión. Parece que muchos bolivianos se trasladan de un lado a otro para comprar, vender o hacer negocios (recuerden que un 90% del comercio sigue siendo informal... ¿factura? ¿qué es eso?), de manera que necesitan llegar lo más temprano posible al lugar en cuestión y volver en el mismo día después de haber hecho sus actividades. Eso hace que, de paso, se ahorren una noche de alojamiento, porque se duerme (como se puede) en el ómnibus.
A nosotros dicha costumbre nos viene afectando porque ya son muchas las noches que pasamos arriba de un ómnibus, no siempre en las condiciones más cómodas, aunque tratamos de adaptarnos y no quejarnos. Pero pagaríamos gustosos bastante más por que hubiera más opciones de semicama o cama para conciliar el sueño (y menos ripio, ya que estamos).
En fin: para resumir, llegamos a la plaza eso de las 9.00 y ahí nos enteramos de que los taxistas y conductores de "trufis" estaban haciendo una protesta sindical frente a la alcaldía (parece que quieren abrir otro sindicato y ellos se oponen), o sea que no había perspectivas de que ningún transporte saliera antes de las 11.00. La única opción era ir hasta la ruta y ver si ahí conseguíamos que algún transporte camino a Santa Cruz parara y nos llevara (esto, que sería casi imposible en Argentina, es bastante frecuente en Bolivia).
Ahí había dos locales y tres chicas suizas muy jóvenes que también esperaban. Mientras nos poníamos a charlar con las suizas (una hablaba bastante bien, las otras dos alternaban entre rien y chamuyo), relojéabamos cuanto transporte pasaba. Finalmente yo (Vic) paré una camioneta que se detuvo, y los dos muchachos que iban en ella dijeron que nos llevaban. Cuando les preguntamos cuánto nos salía, dijeron que nos iban a llevar gratis. Así que, por una vez, garcamos a los locales y nos fuimos Sofi, las tres suizas y yo (Vic) con los dos muchachos. Resultó ser que ellos trabajan en "YPFB", la empresa más importante de petróleo y gas del país, que pasó a ser prácticamente la única a partir de la reestatización de los hidrocarburos. Los muchachos, llamados Beimar y Miguel Ángel, resultaron ser muy simpáticos y estuvimos charlando bastante con ellos sobre Bolivia y la política regional de nuestros países, entre otros temas. Además manejaba mucho mejor que el tachero asesino de la ida.
Tuvimos mucha suerte porque Miguel Ángel tenía que ir a la terminal, así que nos dejó justo donde queríamos. Una vez aquí (en la terminal) sacamos pasaje para ir a uno de los pueblos de la famosa Chiquitanía, es decir, la zona de las misiones jesuíticas en Bolivia. Por consejo del matrimonio cruceño que conocimos en Samaipata (los que estaban con los dos alemanes que nos invitaron a almorzar), nos dirigimos al pueblo de Concepción. Afortunadamente, la ruta es toda asfaltada y hay mucha frecuencia de micros, que además son cómodos. Concepción está a 170 km de Santa Cruz, yendo hacia el noreste. Como todos los pueblos de la Chiquitanía están casi dispuestos en círculo, nuestra idea era hacer ese círculo y regresar a Santa Cruz, pero eso fue sólo una ilusión, porque el asfalto llega sólo hasta Concepción y no pudimos saber a ciencia cierta si hay o no transporte a partir de allí.
Desembarcamos en Concepción a eso de las 20:30, pero gracias a nuestra Guía del Buen Pirata, ya habíamos llamado a varios alojamientos, entonces nos dirigimos al que más nos había convencido, que quedaba a media cuadra de la plaza. Descansamos como Dios manda y al día siguiente comenzamos a recorrer el lugar. Un detalle importante es que el Hostal tenía un desayuno muy completo, ya se nota la cercanía con Brasil. Por fin pudimos comer ensalada de fruta, jugos naturales, panes, ¡café con leche! e incluso huevo revuelto (obvio que sólo Vic, era demasiado heavy para Sofi).
El consejo de la odontóloga cruceña fue acertado, porque Concepción es algo así como el epicentro de las misiones jesuíticas de Chiquitos. Allí está lo que sería la catedral de la región y realmente era para caerse de culo (perdón por la delicadeza), porque la iglesia es espectacular, nos dejó maravillados. No se imaginen algo parecido a las ruinas de San Ignacio, porque las iglesias de la Chiquitanía son todas íntegramente de madera, y fueron restauradas a partir de la década del '70 y por un período de 25 años por un arquitecto suizo que vino a quedarse acá, llamado Hans Roth. El trabajo que hizo fue increíble, porque trató de respetar lo más posible lo que fueron las iglesias al momento de su construcción en los ss. XVII-XVIII. Entonces tienen un trabajo de madera tallada, torneada y pintada que nunca hemos visto antes. Para lograrlo, creó una Escuela Taller donde se le enseñó el oficio a la gente de la zona y ellos mismos fueron los que hicieron el trabajo (es decir, los descendientes de los originales constructores); esa escuela existe hasta ahora y pudimos visitar los talleres, aunque están de vacaciones. Además, consiguió financiamiento internacional y logró que la UNESCO declarara al conjunto Patrimonio de la Humanidad en 1990.
Otra cuestión importante es que Hans Roth también recuperó partituras que los jesuitas e indígenas escribieron, así que hay música de misas, óperas y piezas barrocas. Esas partituras se restauraron y están en un archivo en Concepción. Es uno de los archivos de música barroca más importante de América. Todos los años se hace un festival de música barroca en la Chiquitanía, donde se interpretan esas y otras piezas, obviamente, por parte de músicos y orquestas del lugar. Nos moríamos de ganas de comprar algo de música, pero los CDs en venta eran realmente muy caros, incluso en términos del peso argentino (unos $75 u $80 arg. por un solo CD... más caro que lo que nos costaba la noche de alojamiento en Concepción con desayuno).
También hay unos museos muy lindos y bien armados allí donde cuentan cómo fue todo el proceso de reconstrucción y muestran la vida de Hans Roth en Bolivia, así que valió mucho la pena conocer ese lugar.
A la tarde, mientras se nublaba y diluviaba sin parar, fuimos a otro de los pueblos de la Chiquitanía, llamado San Xavier, que está a 80 km de Concepción. Allí hay otra de las iglesias restauradas por Hans Roth, esta vez, íntegramente pintada por adentro: las columnas, paredes y cielorraso: otra maravilla. Justo llegamos cuando había una misa por un finado (glup!) que parece que era importante porque movilizó a todo el pueblo. Una vez terminada la celebración pudimos recorrer la iglesia y también el museo que está al lado, aunque éste y el museo "Germán Busch", que está al otro lado de la plaza, eran más chotitos y tristones.
Nuestro plan original era conocer los pueblos de San Miguel, San Rafael y Santa Ana, y desde ahí dirigirnos a San José de Chiquitos, cuya iglesia es la única de todo el conjunto que está hecha en piedra en lugar de madera, y que por lo tanto debe parecerse más a las ruinas de San Ignacio (Misiones), o a las estancias jesuíticas de Córdoba. Lo óptimo hubiera sido volver en el tren que hay desde allí a Santa Cruz, pero como veníamos diciendo, eso se frustró.
Lo primero que arruinó nuestros planes era que prácticamente no existe transporte desde Concepción a los tres pueblos que mencionamos recién; solamente una empresa de ómnibus que pasa a las doce de la noche y ni siquiera llega al destino que nosotros queríamos. Se corre el riesgo de no conseguir asiento y viajar parado por un camino de ripio durante 4 o 5 horas, y esto era más de lo que nuestro concepto de "turismo aventura" puede tolerar. Tampoco era fácil conseguir trufi, porque no hay mucha gente (ni choferes) que quieran ir en esa dirección.
Lo único que nos quedaba era volver a Santa Cruz y, según se hubiera resuelto el conflicto que mencionamos en el mail anterior, que está cortando dos de los tres pasos a la Argentina, decidir qué íbamos a hacer: ir a San José de Chiquitos desde Santa Cruz (porque hay transporte y el camino es bueno), o bien emprender el camino a Villazón-La Quiaca (Jujuy), el único paso habilitado. También pensamos que, si la ruta a Yacuiba-Salvador Mazza (Salta) estaba cortada, quizás el tren no lo estuviera.
Llegamos a Santa Cruz pero comprobamos que: 1) El tren a Yacuiba no está funcionando, por el corte; 2) Los cortes de ruta en Villa Montes siguen, y por lo tanto no se puede pasar a Argentina por Bermejo ni por Yacuiba; 3) Las únicas opciones para volver a Argentina son: a) pasar por Villazón, b) tomar un avión, c) ir hasta Asunción y entrar por Paraguay a Formosa.
Las opciones de avión y Paraguay son caras y difíciles, así que, como no teníamos ganas de arriesgarnos y prevemos que el regreso por Villazón va a ser largo, decidimos salir con tiempo y, en todo caso, recorrer un poco más Salta o Jujuy, con la seguridad de que no vamos a perder el avión de regreso a Bs. As.
Desde Santa Cruz no hay transporte directo a Villazón, así que lo más sencillo es hacer escala en Sucre (son nada menos que 14 hs de ómnibus), y una vez allí, sacar pasaje hacia Villazón, que deben ser otras 14 horas más. Si no estuviera este bloqueo de mierda, tardaríamos unas 8 horas en llegar a la frontera con Salta desde acá. Pero bueno: la ventaja es que tenemos días de sobra y podemos planificar un regreso alternativo. Salimos a las 17 hs y llegamos mañana, a eso de las 7.00 AM a Sucre. Lo que nos consuela es que vamos a parar unas horas (o una noche, según para cuándo consigamos pasaje a Villazón) en el hostal Santa Cecilia, uno de los lugares más lindos donde nos alojamos acá en Bolivia.

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