miércoles, 1 de febrero de 2012

Salta y Bolivia (y Jujuy) /8 Salta, última parada

Escribimos desde un hostel salteño, a sólo algunas horas de tomar nuestro vuelo a BsAs (y de ahí a La Plata). Para no sumar confusión, aclaramos que el vuelo sale mañana, jueves 2 de febrero.
Suponíamos que nuestro último post iba a ser un poco confuso si uno no dispone de mapa. Básicamente y resumiendo, tuvimos que volver de Bolivia por Jujuy y no por Salta, porque los caminos que llevan a los pasos internacionales salteños estaban cortados por un conflicto en la provincia de Tarija. Explicado así, suena más simple, ¿no?
La última vez que les escribimos estábamos en la terminal de Santa Cruz de la Sierra, haciendo tiempo para que saliera nuestro ómnibus a Sucre. El regreso a Argentina fue bastante agotador: salimos por la tarde del jueves 26 de enero en una empresa de ómnibus (en Bolivia las llaman "flotas", aunque cuenten con sólo 2 unidades) de cuyo nombre no quiero acordarme: "Trans Oruro". Sumado a la incomodidad del transporte en sí (no conseguimos semicama sino bus normal, con butacas menos reclinables que las del 60 o la empresa TALP), el viaje tuvo todos los condimentos del transporte boliviano: una chola que viajaba con sus 3 hijitos, a quienes solo les había sacado un asiento (es decir, iban 4 seres humanos en 2 asientos), alimentaba con una especie de balde-tupper lleno de arroz, papa y pollo frío, y además llevaba unos pollitos vivos en una caja debajo del asiento. Cuando los choferes no ponían esa bailanta pseudo-alegre-sentimental que caracteriza todos los viajes en Bolivia, los breves silencios del motor permitían escuchar el incesante pío-pío-pío de los animalitos. Para cumplir con una de las Leyes de Murphy, luego de que el micro partió de Santa Cruz, Vic puso la radio de su celular y escuchamos que el bloqueo se había levantado... Así y todo, suponemos que los pasos de Tarija deben haber estado muy cargados por toda la gente que no pudo circular durante 8 días, y además no sabíamos hasta qué punto se había resuelto el conflicto y cuándo se iba a normalizar del todo la situación. A esto se puede agregar que el camino no era el mejor y que el bondi se rompió y estuvo parado unos 40 minutos en el medio de la nada, de modo que, en lugar de llegar a las 7 de la mañana como nos habían dicho, arribamos a Sucre a eso de las 9.00 (porque el Trans Oruro parecía correr una carrera de lentitud contra un caracol), hartos y desalentados porque nos esperaba otro viaje similar en muy pocas horas.
Estuvimos viendo qué pasajes podíamos conseguir para Villazón (la frontera internacional con La Quiaca, Jujuy), y finalmente conseguimos un micro realmente semicama, tipo "panorámico" (con un gran vidrio en los primeros asientos), para esa misma tarde, que estaría llegando a Villazón a la madrugada del sábado 28.
De ahí nos dirigimos a nuestro refugio en Sucre, el hostal Santa Cecilia, donde ya nos habíamos alojado y donde siempre nos trataron magníficamente. Como no tenían habitación, tuvieron la enorme gentileza de prestarnos por esa tarde la habitación del hijo de la familia, que no estaba, y además no nos querían cobrar, lo cual casi que nos dio vergüenza por tanta amabilidad. No sólo eso, sino que al llegar nos sirvieron un riquísimo desayuno. Siempre estaremos agradecidos con los dueños.
Nos repusimos un poco del viaje durmiendo unas horas y dándonos un buen baño, y después fuimos a almorzar a un café muy lindo que está sobre la plaza principal, que afortunadamente está abierto a toda hora y donde se come bien (en parte, todo esto se debe a que el dueño es francés).
Como se debe notar por estos párrafos, ya estábamos un poco cansados de la "aventura" boliviana: nos habíamos cansado (y a veces descompuesto) de la comida y lo inflexible de los horarios, la precariedad de la ruta y el transporte, de tener que andar cambiando continuamente de lugar porque algunos de los lugares que conocíamos no nos convencían o nos parecía limitado lo que podíamos hacer. Y además, la nota "argenta" es que ya extrañábamos unas empanadas o milanesas que realmente merecieran ese nombre, o algo de verdura, pasta o tartas. "Entonces, ¿para que fueron a Bolivia?" Bueno, básicamente porque nos gusta conocer lugares nuevos, y porque en todos los viajes el descubrimiento de lugares, tradiciones, comidas y gente distinta es gratificante, más allá de algunos eventuales desencuentros que le dan el toque pintoresco al relato. La conclusión que sacamos es que para disfrutar Bolivia en la medida justa, lo mejor es combinar el viaje con otro país (como hicimos en el caso de Perú-Bolivia).
Como dijimos más arriba, partimos para Villazón el mismo viernes 27 a las 18:30 horas. Por suerte el micro ya se parecía bastante a los de larga distancia argentinos. Para nuestra grata sorpresa, y contrariamente a la información que teníamos en nuestro Atlas de Rutas, todo el camino desde Sucre a Villazón está asfaltado, así que el viaje fue mucho más rápido y agradable que el anterior. Además, nos pasaron una película buenísima que nos hizo reír mucho, The Other Guys .
La única nota de color fue que en el asiento que estaba detrás nuestro viajaba un matrimonio con un bebé y en un momento, como el pibe lloraba, lo acostaron sobre el piso, en el pasillo del micro (práctica que vimos repetirse en otras oportunidades).
El viaje fue bastante rápido y llegamos a Villazón el sábado 28 de enero, como a las 5 de la mañana. Hicimos tiempo hasta que aclaró un poco, tipo 6 y nos dirigimos hacia el paso fronterizo. Ya se había formado una cola de media cuadra y al poco rato de llegar nosotros, la cola se extendió por unas 2 cuadras, más o menos. Esperamos como hasta las 8, cuando agilizaron un poco la cosa y pudimos pasar para la madre patria. Tomamos un taxi que compartimos con una pareja uruguaya muy simpática hasta la terminal de La Quiaca y conseguimos un micro que partía a las 9.20, para bajarnos en Yala, un pueblo que está a 15 km de San Salvador de Jujuy que nos había quedado pendiente en nuestro anterior viaje al norte, allá por 2006. Desandamos todo el camino de la Quebrada de Humahuaca, mirando los pueblos y recordando anécdotas de aquel viaje: de a poco pasaban en el recuerdo Yavi y Yavi Chico, Abra Pampa y nuestra frustrada incursión a Laguna de los Pozuelos, Humahuaca e Iruya, Tilcara y su "enero tilcareño", Uquía, Maimará, Purmamarca con su cerro de los siete colores... La única nota "boliviana" del viaje fue que nos pasaron música de Lerner, Montaner, y dos minitas que cantaban una cumbia romántica insoportable, "Ángela" y "Antho Mattei".
Cuando el micro hizo una parada en Humahuaca, Sofi bajó meteóricamente a conseguir empanadas caseras que devoramos con avidez y gusto.
Yala tiene un paisaje boscoso y verde, diferente del de la Quebrada de Humahuaca, y tiene como atractivo un parque provincial donde hay 4 lagunas, además de varios ríos que la atraviesan. Nos alojamos en una hostería lindísima que era una casa antigua, como de 200 años, con una galería cubierta y paredes gruesas. El lugar era espectacular, con un gran jardín, el río muy cerca y desayuno incluido. Además, nos atendieron de 10, así que nos quedamos 4 noches.
Esa misma tarde fuimos a la pileta de un camping que está al lado, a la que teníamos acceso gratis porque el dueño es hijo de los dueños de la hostería (todo queda en familia...). Después fuimos a comer algo y disfrutamos de una buena pizza por sólo $20, casera, que ciertamente demoró menos que la "1 hour pizza" de Samaipata. Además, dormimos como troncos en una cama, cosa que no hacíamos desde Sucre, o mejor dicho desde Concepción, en Chiquitos.
El domingo 29 nos fuimos a Reyes, una localidad que también está muy cerca de Yala y de la capital de Jujuy. Ahí hay una hostería de montaña con termas y también algunos balnearios privados con piletas termales. Fuimos al más barato y ahí comimos unos sándwiches que habíamos llevado y disfrutamos de las aguas termales y el sol, hasta que a la tarde se empezó a nublar un poco. Como era domingo, el lugar estaba lleno de familias locales haciendo unos asados monstruosos en los que sobraban montañas de carne, y además chupaban vino que daba miedo. Digamos que ya nos sentíamos en casa.
El lunes 30 tomamos coraje y decidimos emprender la caminata a las lagunas de Yala, porque en realidad no hay transporte que te lleve: como el camino es de ripio y se pone feo por los derrumbes y las crecidas, muy pocos remiseros te llevan, y los que van te piden $50 (sólo por hacer 11 km, de ida).
Decidimos tomar la opción barata y aventurera: nos tomamos un colectivo que lleva a un paraje muy lindo, con casas quintas y un río espectacular, llamado Los Nogales. De ahí son unos 8 km en subida por los cerros y las yungas jujeñas hasta las lagunas. Lo tomamos como lo que era: un lindo paseo y un lugar con paisajes espectaculares y aire puro. Además, en un momento un señor nos mostró un atajo (acá lo llaman "enderezadero"), así que nos ahorramos una partecita del recorrido. Tardamos aproximadamente dos horas en hacer la caminata, y preveíamos que el regreso nos llevaría una hora y media, porque era en bajada. Lo único que nos pegó un poco fue el calor (empezamos a subir a eso de las 11.00, y llegamos a eso de las 13.00 a la segunda laguna), pero teníamos gorro, protector solar, repelente y mucha agua.
Teníamos el dato de que al llegar había una hostería-restaurant, cosa que así fue, entonces nos autorecompensamos con un buen almuerzo mirando hacia la laguna más grande, llamada Rodeo. El paisaje es realmente muy lindo, porque las lagunas son de un verde intenso y están entre las montañas; no tienen nada que envidiarle a un lago de la Patagonia. Lo único malo fue que luego de almorzar, cuando iniciamos el camino a la tercera laguna, se nubló todo y comenzó a llover torrencialmente, así que nos guarecimos nuevamente en la hostería donde estuvimos esperando unas 2 horas hasta que paró un poco, aunque no estaba despejado. Comenzamos el descenso y a los 15 minutos de caminar escuchamos el ruido de un motor: se aproximaba una camioneta. Nos tiramos el lance de hacer dedo porque el cielo seguía bastante negro y no sabíamos cuándo vendría el próximo chaparrón. Por suerte la camioneta frenó y nos dijo que subiéramos en la caja. Cuando lo hicimos nos encontramos con que no estábamos solos, porque había una vaca recién carneada ocupando casi todo el espacio. Sofi tenía la cabeza a poquitos centímetros y las patitas detrás, y Vic viajó todo el camino mirando atónito el mondongo e hígado que tenían un color marrón y carmesí respectivamente. Además, debajo de una gran lona azul iba todo el resto del bicho, sin duda camino a una carnicería local. Desgraciadamente, esto no bastó para hacernos vegetarianos, porque al día siguiente nos comimos un lomito y una milanesa sin mucho remordimiento (quizás, de la rígida amiga que habíamos conocido el día anterior).
La camioneta nos dejó nuevamente en el pueblo de Nogales, que está a 3 km de Yala, así que nos fuimos caminando hasta nuestro hostal bajo la lluvia, porque al ratito que llegamos comenzó a llover nuevamente. Eso nos hizo agradecer al amigo que a pesar de "tener la vaca atada", nos levantó e hizo el regreso mucho más rápido.
El último día en Yala decidimos ir nuevamente a las Termas de Reyes, porque después de la tormenta del día anterior, los ríos estaban demasiado crecidos y revueltos como para poder bañarnos cerca del Hostal. En las termas sabíamos que teníamos pileta seguro y además estaba calentita. Llegamos a Reyes con un sol radiante y, para no ser la excepción, a la media hora se había nublado todo nuevamente e incluso lloviznó de a intervalos. Por suerte el agua de la pileta estaba a temperatura de ducha y nos bañamos igual. Vic se hizo amigo de dos pibes de S. S. de Jujuy, con los que estuvo hablando, y que le contaron que incluso va gente a las termas en pleno invierno, para meterse en las piletas cuando está todo nevado, como lo hacen los esquiadores en las piletas climatizadas de Las Leñas o Portillo (Chile).
Comimos muy rico, abundante y barato y volvimos a la tarde después de unos mates. La lluviecita y las nubes no aflojaron, pero por suerte pudimos disfrutar igual.
Hoy desayunamos, hicimos las mochilas y tomamos un taxi rumbo a la terminal de Jujuy; ahí hay micros continuamente a Salta y el servicio es excelente, así que pasado el mediodía ya estábamos de nuevo en Salta "la linda". Acá conseguimos un hostel mejor y barato que el de la ida (nos sale $130 con desayuno y baño privado, y hasta nos pagaron el taxi de la terminal hasta acá). Además, como tienen computadoras, les estamos escribiendo desde el hostel. Ahora vamos a hacer el check-in virtual de nuestro vuelo y mañana volveremos a las pampas bonaerenses: llegaremos a La Plata a eso de las 7 u 8 de la tarde.
¡Gracias a todos los que nos estuvieron siguiendo y leyendo en este mes de
aventuras boli-salteño-jujeñas!