martes, 9 de febrero de 2010

Postales chilenas



Chile 2010 /3 + Catamarca 2010 /3 + La Rioja y San Luis 2010 /1

Estamos en La Plata, llegamos ayer (sábado 6 de febrero) a la noche y disfrutamos de unas tartas que teníamos congeladas en el freezer, así que quizás este último post no tiene lo pintoresco de estar en algún cyber catamarqueño rodeados de niños jugando a jueguitos en red, pero queríamos completar el relato de viaje.

Nuestra última entrada fue desde Chañaral, Chile, haciendo tiempo en el cyber para que llegara el encargado de "engrase" de la COPEC (el equivalente a la YPF en Chile), porque la palanca de cambio hacía ruido. Le pusimos como 1 litro de aceite a la caja de cambios (quizás se había resecado debido al viaje, el polvo y la sequedad del clima), así que debe estar mejor ahora, pero el ruido siguió hasta nuestro regreso. También seguimos hasta La Plata con el soporte de motor roto, que aguantó porque periódicamente le cambiamos la goma que emparchaba el problema sin solucionarlo.
Esa tarde (lunes 1 de febrero) volvimos al Parque e hicimos una caminata hasta un mirador que hay y permite tener una vista del parque, porque el tiempo no se componía y no podíamos hacer playa. El camino es mitad en auto y mitad peatonal, y el ripio de la primera parte está tan malo que se nos salió la goma que nos habían puesto en Fiambalá, así que al día siguiente tuvimos que volver a Chañaral para resolver ese problema (conseguir un mecánico que nos pusiera otra gomita para evitar que el motor vibrara y se moviera). La caminata era ideal para hacer con el día nublado, porque el paisaje es árido y al rayo del sol debe ser insoportable. Lo bueno fue que a la vuelta vimos varios zorritos, cuando ya empezábamos a descreer en la existencia de vida en ese Parque y en toda esa región de Chile. Lo malo fue que se nos hizo tarde, y llegamos pasadas las 19, por lo que no nos pudimos bañar: en el camping las duchas se abren sólo de 17 a 19 debido a la escasez deagua en la zona, y encima son de agua fría (acampar con agua fría cuesta unos $35 por persona; con agua caliente, $50... y además no se permite lavar ropa, sólo vajilla). Así que no sólo estaba sucia nuestra ropa, sino también nosotros.
Nos lavamos las cabezas en el lavabo con shampoo para sentirnos un poco más limpios, y tuvimos que tirar sucios hasta el día siguiente. Lo único bueno es que el clima seco no te hace transpirar, y menos con los días nublados y fríos que nos tocaron a nosotros.
Al día siguiente (martes 2) a la mañana partimos nuevamente a Chañaral en busca de mecánico. El parque está como a 30 km de esa ciudad, por un camino bueno, gracias a Dios. ¡Creemos que este viaje fue el que más nos hizo recurrir a mecánicos, desgraciadamente! Pero tuvimos bastante suerte porque nunca nos cobraron nada, o nos cobraron una suma irrisoria por resolver los problemas que tuvimos.
Cerca de Chañaral, no en el parque, sino para el lado contrario, habíamos visto un cartel que decía "Lobera", así que luego de solucionar el tema de la famosa gomita que sostenía el soporte del motor del auto, nos dirigimos hacia allá. Metiéndose un poco a pie desde la ruta, se llegaba a un mirador natural que daba al mar, donde había unas rocas enormes llenas de pelícanos y un poco más lejos, lobos marinos. Así que nos entretuvimos un rato allí.
Luego, retornamos a Pan de Azúcar, ya que teníamos tiempo hasta las 17 horas para permanecer en el camping. Averiguamos por una excursión que se hacía a la isla Pan de Azúcar, que está justo frente al camping, donde hay pinguinos de Humboldt y lobos marinos, y afortunadamente, el barquito salía en 15 minutos. Si bien era medio cara ($50 por persona), nos parecía que valía la pena, porque no habíamos podido hacer demasiado en el parque, y habíamos descartado el sendero al otro mirador porque tenía un camino más largo de ripio que nos hacía temer por el bienestar del auto: ¡queríamos poder volver a Argentina!
Quienes organizaban las excursiones eran un grupo de pescadores de la zona, y el que ofició de guía era un viejo (suponemos que era pescador, o ex mercader de guano) a quien le faltaba una mano y en su lugar tenía un garfio: ¡¡sí!! ¡Era el auténtico capitan Hook, enemigo de Peter Pan! ¡Es verdad, juramos que era cierto! Le decíamos "Capitán Stif", porque así se llamaba la empresa.
La excursión se atrasó un poco y en vez de salir a las 14, como estaba programado, salió como a las 15. Nos embarcamos en una especie de barca a motor (entraríamos unas 15 personas), con el amigo Stif o Hook en la popa, quien nos iba indicando qué aves o animales veíamos. Era muy gracioso, porque no tenía mucho de guía turístico. Cuando había pinguinos, decía "¡Los más blancos son los nuevos!" (lo que significaba que los de pelaje blanco eran las crías). Luego, vimos unos lobos de mar que estaban durmiendo en unas rocas, y les gritó "¡Eh, lobo!", y luego chifló. El lobo se despabiló, bostezó y nos miró con cara de "no me molesten, estoy durmiendo la siesta" y luego siguió durmiendo. También vimos nutrias de mar (chungungos), varias clases de aves, lagartos, erizos de mar, realmente fue muy lindo.
La excursión duró como una hora y veinte, así que luego nos fuimos para el camping a almorzar algo y desarmar la carpa para irnos. Previsoramente, no habíamos comido nada, por miedo a que el mareo en el barquito nos diera alguna sorpresa desagradable, e hicimos lo correcto, porque en un momento salimos a mar abierto y se bamboleaba bastante!
Para variar, cuando estábamos terminando de comer y comenzando a desarmar la carpa, el cielo lentamente empezó a despejarse, y para cuando habíamos guardado todo, se veía el cielo azul espectacular, y el mar, turquesa y brillante. Una lástima, pero ya no podíamos quedarnos más días en Chile... Por lo menos nos dio una idea del aspecto del parque a pleno sol, y la verdad es que cambia muchísimo. Sacamos unas fotos para testimoniar ese lindo momento (y decirles a todos que los días estuvieron espectaculares y que no paramos de bañarnos en el mar), y partimos nuevamente hacia Chañaral, donde nos alojamos en unas habitaciones que alquilaba una señora en su casa, para poder dormir bien y salir temprano hacia el Paso San Francisco. Por suerte, el precio de la habitación no era tan zarpado como en Copiapó, nos costó unos $70 por los dos, y realmente era un muy lindo lugar.
Como era la última noche en Chile y las cosas no nos habían salido tan mal económicamente (a pesar de que nos desfavorece el cambio), rompimos el chanchito y salimos en busca de algún pescado rico para comer. Pedimos congrio, que es el más típico de esa región de Chile: lo hacían muy rico, como dicen ellos, "con salsa", que es los que nosotros llamamos "a la marinera" (rebozado con huevo y harina y frito), y nos lo sirvieron con arroz (Sofi) y ensalada chilena de tomate, cebolla y cilantro (Vic). Comimos muy bien, no nos salió tan caro para ser Chile, y para culminar fuimos a otro lado en busca de un heladito. Son industriales y bastante flojos, pero Sofi pudo pedir de lúcuma. Nos tomamos el taxi más caro del mundo ($15 por hacer sólo unas cuadras) y a la cama.
El miércoles 3 salimos bien temprano por la mañana (nos levantamos tipo 6 y salimos como a las 8), y fuimos por el otro camino que lleva al Paso San Francisco, con referencias de que éste era más amable que el anterior, aunque en total eran más kilómetros, porque esta vez partíamos desde Chañaral, que está sobre la costa. En un momento equivocamos el camino y terminamos en una especie de destilería en lo alto de un cerro, que tenía una pinta de ultra-contaminante impresionante. Parecía la destilería de Ensenada, pero tenía 3 chimeneas en vez de una, al mejor estilo de la planta nuclear del Señor Burns de Los Simpsons.
En el camino pasamos por un par de pueblos mineros bastante grises, aunque en uno de ellos recargamos combustible para llegar sin problemas a Argentina. Lo interesante, ya llegando al límite con Argentina, es que como era otro momento del día los paisajes se veían totalmente distintos, y además ahora íbamos en la dirección contraria. La Laguna Verde que está entre el control de Carabineros de Chile (Maricunga) y el límite (Paso de San Francisco) nos pareció aún más espectacular que a la ida, pero los últimos kilómetros de ripio antes del tan ansiado asfalto nos hicieron sufrir bastante.
Después del control de los Carabineros chilenos el auto se nos recalentó dos veces, quizás por el apunamiento y el esfuerzo. Aunque paramos para almorzar mientras esperábamos que bajara la temperatura, no se componía. Paramos nuevamente y al ratito pasaron unos camioneros chilenos, que se bajaron a ayudarnos y nos dieron la clave: viajar "con la calefa al máximo". Santo remedio: como afuera hacía frío por la puna y la altura, compensábamos el sol y la calefacción abriendo los vidrios del auto. Así logramos llegar al lado argentino.
Pasamos por la aduana argentina como a las 17; Sofi estaba bastante grogui por el apunamiento. A la ida no habíamos sentido la altura, pero a la vuelta le pegó mal, tal vez por el cansancio y el traqueteo. Al llegar a la parte argentina, todo se convierte en un placer, porque la ruta es espectacular, asfaltada y baja gradualmente. Además, se ven vicuñas, y en un laguito, ¡flamencos y patos! Paramos en Fiambalá para reponernos del viaje, y hacía bastante calor porque había una especie de viento zonda (un viento caluroso que da la sensación de que te atacan con lanzallamas). Nos refrescamos con una gaseosa y una chocolatada, y seguimos hasta Tinogasta. Ahí conseguimos un hostel lindo para pasar la noche y seguir al día siguiente hasta Villa Elena (San Luis), donde pasaríamos las dos últimas noches.
Salimos al día siguiente (jueves 4) rumbo a tierras puntanas, y para ello tuvimos que atravesar toda la provincia de La Rioja. Aprovechamos para pasar por una región a la que llaman "la costa", no porque esté cerca del mar, sino porque está sobre "la costa" de una cadena de cerros. Son pueblitos chicos y pintorescos, y entre ellos figura uno que se hizo famoso por su bodega, su pista de aceitunas y una de sus avenidas: ¡Anillaco, la cuna de Carlos Saúl M.! Allá paramos para comprar unas empanadas y algunos regionales y sacar algunas fotos, incluyendo una en la avenida del presidente de la década del '90. También nos encantó el último pueblo de la costa riojana, Sanagasta, donde paramos a almorzar y compramos algunas cosas más: se veía muy tranquilo y pintoresco. Hicimos escala en la capital provincial homónima para acomodar (una vez más) la famosa gomita del soporte, y después seguimos viaje tratando de detenernos lo menos posible, porque aún nos quedaba un tramo largo por recorrer.
Ya anochecía cuando llegamos a Merlo, y de ahí bajamos unos 20 kilómetros al sur, en busca de Villa Elena, que está pegado a Cortaderas, pero en dirección al cerro (en nuestro atlas de ruta no figuraba, ni siquiera). Nos atendió el señor del Autocamping, un personaje que se hacía llamar "Bocha", y acampamos ya de noche, comimos algo y nos fuimos a dormir, con la intención de aprovechar el día siguiente, el último de nuestras vacaciones.
Habíamos estado en la zona unos 5 días, allá por el 2005, y varios de ellos nos habían tocado feos o nublados, lo cual nos había hecho dudar seriamente de la existencia del famoso "microclima" de Merlo, o más bien nos había hecho convencernos de que éste tiene un microclima... de mierda. El último día habíamos visitado Villa Elena y no pudimos bañarnos en el río, así que intentamos darle otra oportunidad en este viaje.
Pero desgraciadamente el viernes 5 de febrero de 2010 amaneció nublado, y para empeorarlo tuvimos que lavar ropa, lo cual era casi un llamado a la lluvia.
Como nuestra intención era disfrutar del último día sí o sí, decidimos ir con el auto hasta donde hubiera sol y un río en el que bañarnos. Felizmente, nos acordamos de Panaholma, un lugar de Córdoba cercano a Merlo que no está pegado a la sierra y por lo tanto no junta tantas nubes. El pálpito tuvo éxito, porque cuando pasábamos Mina Clavero y Cura Brochero las nubes quedaban atrás, y en Panaholma pudimos disfrutar de un día a pleno sol. El río traía mucha agua y era cálido, y aunque había bastante gente la onda era familiar y tranquila. Fue una muy linda tarde y un buen cierre de las vacaciones; a la noche fuimos a comer a un restorancito lindo que estaba enfrente del camping, Sofi pidió un crèpe de choclo y yo me castigué con un chivito al disco con vegetales y papas fritas (que pasó factura al día siguiente, debo decir).
A la noche llovió bastante, y eso retrasó nuestra partida el sábado 6 porque queríamos secar la carpa antes de guardarla. Tuvimos un viaje largo, como de 11 o 12 horas, pero la ruta nacional 7 estaba bastante buena. Para deleite de Sofi, a la altura de la provincia de Buenos Aires pasamos junto a muchas lagunas llenas de avifauna (toda la que no vimos en la Laguna de Mar Chiquita). Para variar, había carteles que decían "Prohibido pescar", y al lado, gente pescando.
Cuando ya se hacía de noche y el tránsito se ponía pesado enganchamos la Autopista Luján-Buenos Aires y posteriormente la Autopista a La Plata. Estuvimos pensando qué hacer el año que viene, porque ya casi se nos acabaron las provincias por recorrer...! Pero bueno, aún tenemos un año para pensarlo.

Gracias a los que nos leyeron hasta acá; esperamos que les haya gustado el relato y que nos visiten de nuevo pronto.

lunes, 1 de febrero de 2010

Chile 2010 /2

¡Bueno! Acá estamos, haciendo tiempo para que el centro de engrase de la COPEC (el equivalante de YPF en Chile) abra y nos revisen la grasa de la caja de cambios del castigado Clio. Hay que decir que, más allá del trastorno en Londres y sus consecuencias, el autito se la viene bancando bien,> sobre todo teniendo en cuenta que ha pasado por todos los climas... literalmente. Estamos en la ciudad de Chañaral, un simpático puerto cercano al Parque Nacional Pan de Azúcar, al norte de la III región chilena de Atacama (para que se ubiquen: seguimos a la altura de Catamarca).

Los habíamos dejado en Copiapó, un poco preocupados por los precios de las cosas, pero particularmente por los precios de los alojamientos, que nos habían parecido imposibles. Nuestro temor era que los campings no les fueran a la zaga y tuviéramos que acotar nuestra estadía en Chile por un tema de pe$os. Afortunadamente, el panorama cambió para mejor.
El viernes 29 de enero dejamos Copiapó para ir hacia la parte costera, porque hasta ese momento aún no habíamos visto el mar. Antes pasamos por un supermercado y nos aprovisionamos de todo lo necesario, porque cuanto más alejado, más se encarecía el precio de las cosas, o eso nos dijeron. No nos costó demasiado comprar todo marca "Líder" (el equivalente a las marcas Great Value, Coto, SouBles o Carrefour de allá), y así salvamos el presupuesto.
Salteamos la ciudad portuaria-turística de Caldera y nos fuimos unos 10 km al sur, a un lugar que nos habían recomendado llamado Bahía Inglesa, en busca de campings accesibles.La primera visión del mar fue impresionante: veníamos de un desierto caluroso donde literalmente no hay NADA más que arena (caracterizado con el dudoso mérito de ser "el desierto más árido del mundo"!), y de pronto apareció el Pacífico ante nosotros, de un azul profundo, y la vista de playas espectaculares.
Fuimos a un camping pegado a Bahía Inglesa, y ahí nos querían cobrar el equivalente a $150 por día... ¡sólo para acampar! Pero el camping siguiente nos salvó: dependía del municipio de Caldera y nos salía sólo $40 (los dos) por día incluyendo las duchas, que se cobran aparte por el tema de la escasez de agua. Los administradores eran muy simpáticos y teníamos una playa espectacular justo enfrente, playa "Las Machas", así que sin dudar demasiado instalamos la carpa y salimos a caminar por la playa hasta Bahía Inglesa. Antes de emprender la caminata, un hombre se nos acercó con una canastita que sospechosamente le resultó familiar a Sofi: ¡vendía Dulces de la Ligua! Así que tuvimos que comprarle, estaban riquísimos. Para los que no saben, los dulces de la Ligua son una especie de facturas riquísimas que se venden por todo Chile, y que comimos con mate en los días siguientes.
Bahía Inglesa es como un mini-Punta del Este o Pinamar chileno, tiene una peatonal y está lleno de negocios y gente top. Es muy llamativa la cantidad de 4 x 4 que se ven, que opaca a los pocos autos "comunes" como el nuestro. Al parecer, los chilenos están transitando algo similar a lo que fueron los '90 en Argentina; y más ahora, que acaban de elegir a Piñera, un presidente de derecha (el dueño de Lan Chile, calculamos que es como un De Narváez chileno, pero canoso).
Al día siguiente, nos fuimos a recorrer las numerosas playas que hay por la zona. La característica es que hay una ruta costera y uno va pasando por una sucesión de playas prácticamente desiertas, donde hay bastante gente haciendo camping libre, por lo que se ve una especie de "tolderías". Lo curioso es que quienes hacen camping libre tienen también unas 4 x 4 terribles, es decir que no es por falta de recursos sino por gusto que lo hacen.
Nos habían dicho que había una playa muy hermosa llamada La Virgen, pero no nos animamos a entrar porque había como 6 km de ripio en muy mal estado para llegar y no queremos castigar más al pobre auto, en pos de el retorno que nos espera. Así que paramos en otra, llamada Bahía Cisne, también espectacular. Lo único malo fue que no pudimos bañarnos porque soplaba mucho viento y el agua estaba bastante congelada, según cató Vic.
Luego, retornamos al camping y pudimos comprobar cómo se iba llenando paulatinamente, ya que era sábado. (Al parecer, la costumbre de pasar el fin de semana haciendo quilombo en los camping trasciende la frontera.) Nos tocaron de vecinos un par de familias muy quilomberas, que ponían música fuerte. Cuando nos estábamos yendo a dormir les pedimos que la bajaran y lo hicieron, pero a las 4:30 de la matina nos despertamos y la música estaba al taco. Así que Vic salió de la carpa y directamente les pidió que apagaran la música. Los hombres estaban ya borrachos y lo putearon "en chileno", pero las esposas dijeron que se iban a encargar. Estuvimos escuchando los gritos de los borrachines como hasta las 5:30, así que al día siguiente hablamos con los encargados del camping y nos dijeron que les hubiéramos avisado antes, que en esos casos, les pedían que se retiraran, directamente. Igualmente, fueron y literalmente los cagaron a pedos, así que más tarde los tipos vinieron a pedirnos disculpas.
Como estábamos medio desanimados por el panorama (camping repleto, instalaciones saturadas y sucias, vecinos maleducados), decidimos levantar la carpita y rumbear hacia Chañaral, donde estamos ahora. Entramos directo al Parque Nacional Pan de Azúcar, donde hay 4 campings, y nos quedamos en uno que es "ecológico": tiene construcciones de adobe y paja y usa energía solar. Los lugares para poner las carpas son unos quinchitos con mesa y sillas, y espacio para hacer fuego, realmente muy lindos, frente al mar. Es un poco más caro (unos $ 35 argentinos por persona), pero vale la pena. La lástima es que está bastante nublado y eso impide que podamos disfrutar del paisaje en todo su esplendor. Pero nos da la excusa perfecta para que hagamos un sendero a pie y lleguemos a un mirador desde donde se ve bastante del Parque.
Nos quedaremos una noche más en el camping y luego en un alojamiento en Chañaral, para salir bien temprano a cruzar nuevamente por el Paso San Francisco el miércoles 3 de febrero. Como venimos bastante bien con el presupuesto, nuestra intención es salir a comer la última noche y castigarnos con algo del famoso pescado y marisco chileno.Esta vez, vamos a volver a la Argentina por otro camino para evitar la Cuesta de Codoceo (donde nevó). ¡Esperemos encontrar cuestas más benignas en lo que resta del viaje, o directamente, ninguna cuesta!Luego pasaremos una noche en Tinogasta, y de ahí iremos a Villa Elena (cerca de Merlo, San Luis), donde estaremos dos noches. Por lo tanto, llegaremos a La Plata el sábado 6 de febrero.
Desde Argentina seguramente escribiremos un último post para que se enteren cómo fue el regreso.