lunes, 9 de enero de 2012

Salta y Bolivia /2 Desde Tarija, tierra de milanesas y vino

Acá estamos, ya instalados en Bolivia, y recién levantados después de una siesta reparadora. Ayer y hoy tuvimos un traqueteo importante.
Recapitulando, los habíamos dejado en Cachi, pueblo apacible en el que aprovechamos para descansar y recargar las pilas. Lo único frustrante fue que no pudimos hacer una excursión a Las Pailas, unas ruinas que están a 16 km del pueblo, así que la falta de vehículo nos limitó a todo lo que podía hacerse a pie: visitar el museo arqueológico, la iglesia, el cementerio; apreciar la vista desde los diversos miradores, y visitar el sitio arqueológico "El tero", el cual tiene más buena voluntad que ruinas propiamente dichas, y que no nos sorprende demasiado después de haber visitado las ruinas de Quilmes (Tucumán), el Pucará de Tilcara (Jujuy) o el Shinkal (Catamarca).
Ayer hicimos tiempo después de desocupar la habitación, comimos de almuerzo unas riquísimas empanadas caseras (algo que nunca falla en esa zona), y a las 14 hs salimos de Cachi rumbo a Salta capital, con el mismo remissero que a la ida (Remises El Milagro, una empresa que sale más barata que los destruidos micros de Marcos Rueda). Esta vez fue un poco más rápido y se sintieron más las curvas, así que al llegar estábamos un poco "boleados" por la diferencia de altura, el horario (ya hacía calor), y el bamboleo del auto.
Llegamos sanos y salvos a la terminal de ómnibus de Salta a eso de las 17.30 hs, y teníamos que hacer tiempo nuevamente porque, por alguna misteriosa razón, todos los ómnibus a Pocitos/Aguas Blancas (uno de los límites internacionales con Bolivia, cruzando el río Bermejo por la provincia de Salta) salían a la madrugada: 0.30, 1.00, 2.00 hs. Sacamos pasaje para el que más temprano salía y dejamos las mochilas en la guardería de la terminal, para no andar acarreándolas. Además, nos comimos un buen tostado de jamón y queso con yogur bebible (ella) o cortadito (él).
En Salta fuimos a la plaza a hacer tiempo, y después paseamos un poco por la calle Balcarce, cerca de la vieja estación de tren, donde se arma un paseo de artesanos y además hay restaurantes, boliches y bares que recuerdan, muy remotamente, algunas partes de Plaza Serrano, en Palermo. Pero la realidad es que estábamos tan cansados que ninguna de las artesanías nos llamó demasiado la atención.
Aprovechamos la proliferación de restaurantes y las bondades de tener tarjeta de débito para comer una rica cena antes de enfilar nuevamente para la terminal. El micro, de empresa Balut, salió con cierto retraso (supuestamente estuvo casi una hora "cargando gasoil"), pero finalmente el semicama resultó ser muy cómodo, así que apoliyamos sin problema.
Pasamos por Orán y llegamos a la frontera con Bolivia a las 6:30 de la matina, y comprendimos el por qué del horario: a esa hora no hace calor y está todo súper tranquilo, así que realmente el trámite para ingresar al hermano país fue muy rápido. La verdad es que la decisión de venir por Aguas Blancas-Bermejo fue acertada, porque seguramente en Salvador Mazza-Yacuiba iba a haber mucha más gente. Una vez que cruzamos a pie el puente que divide Argentina con Bolivia, fuimos a la terminal de Bermejo y ya nos habían recomendado tomarnos un remisse compartido para venir a Tarija en lugar de esperar el micro. Así que eso hicimos, era un auto muy cómodo y moderno, con 3 filas de asientos, y ahí viajamos lo más bien. Nos costó unos $70 argentinos por los dos (con pesos bolivianos sale más barato, 50 Bs. por persona) y el viaje duró unas tres horas. Además, gracias a Evo, la ruta hacia Tarija está excelente, toda asfaltada, con nuevos puentes y unos túneles impresionantes que atraviesan la montaña. Da un poco de miedito observar el camino antiguo y los viejos puentes y pensar lo que sería, hace algunos años, transitar esa ruta de un solo carril de ripio y caminos de cornisa.
El paisaje del recorrido es espectacular, comienza tropical y se va transformando en sierra. Además, en buena parte del camino teníamos a la mano izquierda territorio argentino, más específicamente el parque nacional Baritú, que según nos dijo el chofer, es muy lindo (quizás porque es uno de los parques más inaccesibles de todo el país).
El camino era bastante sinuoso, tipo Cachi-Salta, pero por suerte la cena ya había sido digerida correctamente y tuvimos la perspicacia de no tomar desayuno, así que no sufrimos contratiempos digestivos (no podemos decir lo mismo de la señora que iba en el asiento de atrás, quien se había venido desde ¡USHUAIA! No era para menos...)
Llegamos a Tarija y realmente nos impresionó muy bien: es una ciudad moderna que conserva algunas edificaciones antiguas, porque fue fundada en el s. XVI. Realmente no tiene nada que ver con la otra mitad de Bolivia que conocimos allá por 2002. La gente es muy extrovertida y conversadora, e incluso las cholas usan pollera a la rodilla, ¿qué tal? Pero la mayoría de la gente se viste con ropa moderna, y muchos podrían pasar tranquilamente por argentinos. No resulta fácil distinguir a los salteños de los bolivianos de esta región.
Fuimos a la oficina de Turismo y allí nos consiguieron un buen alojamiento en zona céntrica y con baño privado. Eso sí, los precios ya no parecen ser los de antes, están bastante parecidos a los de Argentina, al menos en cuanto a alojamiento (la doble con baño privado, (mini)TV y desayuno incluido en el residencial Zevallos de la calle Sucre está 170 pesos bolivianos: unos $106 argentinos aproxiamadamente). Por suerte, el traer dólares nos favorece mucho en cuanto al cambio, porque el peso argentino lo cambian bastante mal (como suele ocurrir).
En comida Bolivia sí sigue siendo muy barata; por ejemplo, hoy almorzamos los dos por $20, ¿adivinen qué cosa? Milanesa a la napolitana con papas fritas y arroz. Lo más increíble del asunto es que la carne estaba riquísima, muy tierna... ¿cuál será el secreto?? Hay cosas que es mejor no saber. Por si fuera poco, el restaurant contaba con un moderno "salad bar" gratis.
Otra cosa que nos llamó mucho la atención fue que, después de dejar la parte selvática, llegamos a un llano más seco y árido donde hay viña y, aunque no lo crean, esta región tiene una producción bastante importante de vinos. Existe, incluso, una "ruta del vino y del singani" (un aguardiente de uva similar a la grapa o el pisco) tarijeña, que quizás algún día haga temblar a Mendoza, San Juan y Cafayate, ¿quién sabe?
Justamente tenemos pensado (o Vic, al menos) comprobar empíricamente y con un muy serio estudio de campo si la calidad de los vinos tarijeños es tan buena como dicen. Nos quedaremos tres noches en Tarija, y queremos recorrer San Lorenzo, un pueblito pintoresco que tiene su bodega para visitar, y alguno de los balnearios que hay en la zona, que al parecer también prometen ser buenos para refrescarse, aunque a decir verdad no hace demasiado calor.
El tiempo es ordenado, como el de Cachi: llegamos con sol, después se amontonaron nubes y llovió a la tarde, así que ahora la tardecita está fresca.
Nuestro plan es continuar el jueves hacia Sucre, una ciudad colonial que promete, y de la que todos nos hablaron muy bien, y de ahí seguir dando la vuelta en el sentido de las agujas del reloj, pasando por Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, culminando el recorrido con los pueblitos de la Chiquitanía, en el este u "Oriente" boliviano. Es la zona de las misiones jesuíticas, así que, si vieron la película "La misión" (con música del programa de Mariano Grondona), sabrán de qué estamos hablando.

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