lunes, 4 de febrero de 2008

Córdoba 2008 /2

Los habíamos dejado con los pies recién puestos en tierras cordobesas, más precisamente en Villa Dolores. Esa fue sólo una escala en nuestro periplo, ya que el destino final era Intiyaco, como saben.
Antes, les contamos que, cuando estábamos en San Juan, quisimos ir a Huaco, pero no pudimos, porque debido a la lluvia el camino estaba bastante feo, según nos informaron en la oficina de turismo de Jáchal (la cual podría definirse como “una localidad sin onda a la que en Turismo le ponían toda la garra”).
Retomando cronológicamente el relato, salimos el miércoles 30 de enero de Villa Dolores al mediodía, luego de ir al súper (ya que yo, Sofi, suponía que en Intiyaco no habría grandes cadenas de hipermercados), y nos fuimos por el camino de las altas cumbres con dirección a Alta Gracia. Nunca antes habíamos ido por ese camino, que es realmente muy lindo, tiene una vista impresionante. Mientras lo transitábamos, atravesamos varias nubes e incluso, lluvia (literalmente, porque no estábamos debajo, sino adentro). Parece que Córdoba está condenada a estar cubierta de nubes en enero, como lo comprobamos cuando estuvimos allí hace 3 años! Luego de atravesar el altas cumbres “mayor”, nos esperaba un “mini” altas cumbres, que es el desvío a Alta Gracia. Había muchas pendientes y curvas, lo que parecía tener un efecto no muy benéfico en los estómagos de algunos viajeros (vimos un auto al costado del camino, del que se había bajado un pibito realmente muy descompuesto!).
Ya en Alta Gracia el clima era espantoso, no cabe otro adjetivo. Estaban bajoneados, porque la localidad había programado un festival de las colectividades justo para esos días y se les había pasado por agua.
Como el día no prometía ser lindo en toda Córdoba, aprovechamos el paso por Alta Gracia para pasear, con la idea de instalarnos en Intiyaco a la tardecita. Lo primero que hicimos fue visitar la estancia jesuítica que está en el centro de la ciudad, completando un poco el tour que habíamos hecho allá por el 2005, visitando la Manzana histórica de Córdoba capital, junto con las estancias de Jesús María (a pleno debido a que estaba por arrancar el festival folklórico), Caroya (donde casi por casualidad compramos uno de los salames más afamados del país) y la Candelaria (quizás la más pobre, por lo inaccesible, lo insoportable del guía y el frío que hacía).
En cuanto a Alta Gracia, la verdad que esta estancia fue una de las que más nos gustó, porque la visita guiada era completísima, y el lugar, impresionante. (¡Además, por disposición municipal la entrada los miércoles es gratis!) Es una de las estancias que mejor conservada está, porque también se mantienen en pie algunos de los edificios históricos aledaños. Creo que si nos hubiera tocado un lindo día, hubiera sido inmejorable.
Después de la visita guiada, y un almuerzo en la plaza con el riquísimo queso de oveja sanjuanino (rápido porque había un poco de garúa), antes de salir para Intiyaco pasamos por la casa del “Che” Guevara. Nos gustó mucho porque está en la línea de los “museos modernos”, que tienen una concepción distinta de cómo debe ser un museo (en ese grupo podríamos ubicar también al Museo de Alta Montaña de Salta, y el Museo del Área Fundacional de Mendoza). Después de enterarnos de los periplos en bicileta y en moto del Che, nos dieron ganas de ver la película en la que actúa Rodrigo de la Serna (¡uno de los apellidos del Che, según nos enteramos!).
Salimos a la tarde rumbo a Villa General Belgrano, que estaba atestada de gente. Ni siquiera amagamos con parar, y tomamos el camino de tierra que pasa por Atos Pampa y llega al cruce del río Los Reartes, donde está ubicado Intiyaco. Sinceramente, yo (Sofía) no me acordaba qué camino tomábamos cuando íbamos hace 20 años, porque hay otra alternativa, que es ir por el pueblo Los Reartes.
Tuvimos una ida algo accidentada, porque, según nos enteramos después, como van a asfaltar el camino a La Cumbrecita, están dejándolo “a la buena de Dios”, sin mantenimiento alguno. Además, el camino estaba bastante deteriorado porque el tiempo estuvo horrible en Córdoba durante toda la segunda quincena de enero. La peor parte estaba muy cerca de Intiyaco, porque en el camino había un barreal muy grande (nada que ver con el Barreal sanjuanino…). Tuvimos que corrernos un poco de la huella para dejar pasar a otro auto, y ahí fue cuando el Gol empezó a patinar y se quedó en el barro.
Por suerte había muchas personas cerca (turistas que paseaban en auto, y dos locales en moto) que nos ayudaron a empujar el auto, y nos dieron indicaciones muy valiosas de cómo sacarlo. Transpiramos bastante, hay que decirlo, y yo (Sofi) me imaginaba los pensamientos que cruzarían la mente de Vic: “¿Quién carajo nos mandó a venir a este paraje de mierda??”. Esperé sinceramente que le gustara una vez que hubiéramos llegado… (Vic: Sí, y para reasegurarse, una vez allá me lo preguntó como 500 veces). La verdad es que gente buena hay en todos lados y eso fue lo que hizo posible que desenterráramos al Gol de ese barro inmundo! Si no, aún seguiríamos allí.
Una vez que pudimos retomar la huella, pasamos el barro y seguimos hasta llegar al puente que cruza el río Los Reartes. De un primer vistazo pude constatar (Sofi) que las cosas no habían cambiado mucho. Antes de pasar el puente, había dos puestitos que vendían regionales (pan casero, dulce de zarzamora, queso, salame, etc.), uno de los cuales también alquila caballos y pertenece a los hijos de Pepe el hombre que nos alquilaba caballos 20 años atrás. Según me enteré luego, Pepe murió hace unos 3 meses de cáncer.
Ni bien se cruza el puente, a la derecha y antes de la temida cuesta en curva, está el único camping del lugar, el San Felipe, que fue creado hace unos 5 o 6 años. Hacia allí nos dirigimos y como no teníamos otra opción a la vista, acampamos. Intiyaco se cotiza bien, porque nos costó $14 por persona y por día. El camping es enorme y muy lindo, inmerso en el típico bosque con frutillas silvestres, pinos, zarzamoras, menta silvestre y demás. Lo único malo es que no tiene tomas para enchufar nada eléctrico ni, por lo tanto, iluminación a la noche. Lo único que tenía luz era un quincho con unas parrillas, así que pusimos la carpa cerca de allí para poder ver a la noche lo que cocinábamos.
Por suerte, había parado de llover, aunque estaba todo húmedo/barroso, pero el clima nos permitió armar la carpa sin mayores dificultades.
Al día siguiente (jueves 31), amaneció un poco nublado, pero ya se veía el sol. Salimos a caminar por Intiyaco, a ver qué tal estaba. La novedad más importante es que han puesto 3 o 4 pequeños complejos de cabañas de alquiler, un restaurant muy paquete (“La estación”, con una casa impresionante y un vagón de tren todo arregladito) y una hostería. Entramos a chusmear a esta última, para ver cuánto cobraban y nos quedamos charlando con la dueña. Nos dijo que su marido también iba a Intiyaco cuando era chico, y tiene más o menos mi edad (la de Sofi).
Ese día pudimos disfrutar un rato del río, del otro lado del puente (o sea, a donde no íbamos cuando éramos chicas, porque es más profundo), y a la noche, Vic hizo un súper pollo asado, que le costó bastante, porque la leña que pudimos recolectar estaba toda mojada! Por suerte en el camping tenían carbón y pudo terminar de asarlo. El pollo era enorme, y nos alcanzó para cuatro comidas (en serio)!
Al día siguiente amaneció muy lindo, pero a la tarde vino una tormenta que coartó nuestras posibilidades de bañarnos en el río. Aplacamos nuestra frustración comprándole porciones de torta casera a la señora del parador Mayu Huasi, que estaban muy buenas.
El sábado 2 de febrero, último día en Intiyaco, estuvo espectacular, así que pudimos disfrutarlo completo. Fuimos a la parte del río donde solíamos ir antes, es decir la más baja; aunque con tanta lluvia, el río había crecido y traía bastante agua. Nos bañamos un montón, porque hacía calorcito. A la tarde, por idea de Vic, fuimos munidos de tuppers y cosechamos zarzamora, para hacer dulce casero (en un ratito nos abocaremos a ello). Luego, fuimos a tomar mate a otra parte del río, cerca del camping. Ahí estuvimos mirando el agua limpia, las playitas de arena llenas de mica, y deseando el imposible de más días lindos para quedarnos y seguir de vacaciones (no sabemos qué es más imposible: si tener más vacaciones, o que toquen muchos días lindos en Córdoba).
Ayer, domingo 3, salimos hacia Buenos Aires, pero para volver hicimos el camino de tierra que pasa por Villa Berna (la cual creció mucho: ahora es una villa veraniega llena de quintas y negocios, aunque sin río) y lleva al pueblo Los Reartes. Estaba bastante mejor que el de la ida, y además íbamos con un auto adelante que, manejando con más prudencia que nosotros, nos servía de “conejillo de indias” del camino (!).
Antes de emprender el regreso definitivo, hicimos una escala en Villa General Belgrano, y yo (Vic) aproveché para comprar algunas de las afamadas cervezas artesanales de la zona, que iré degustando en los próximos días…
Después tomamos la ruta provincial nº 5, que cruza todo el Valle de Calamuchita, pero por suerte íbamos en dirección contraria a todos los cordobeses que se estaban volviendo a la capital. Al igual que Traslasierra, la región de Calamuchita creció mucho, y hay tramos (sobre todo, cerca de los diques) en los que la cantidad de gente se vuelve bastante insoportable. Había un bombardeo visual tremendo de regionales, pero consideramos que todo lo comprado y consumido era más que suficiente, así que no sucumbimos.
El regreso se nos hizo largo porque la infame ruta nacional 8, desde Pergamino y Arrecifes, se vuelve insufrible a causa de los camiones (¡y además el peaje es caro!). Pero el colmo fue todo ese tramo de más o menos 15 km en obra (parece que van a hacer una autopista de Pilar a Pergamino), justo antes de llegar a Pilar, que hicimos a paso de hombre, con hambre y mucho mal humor.
Llegamos a la base Costantini a eso de las 23.30, luego de ¡12 horas! de viaje, donde nos esperaban con unas hamburguesas que devoramos con gusto. Después nos dimos un merecido baño y dormimos hasta bien entrada la mañana de hoy…
Como ocurre siempre, a la vuelta parece que todo hubiera pasado muy rápido, y sin embargo estuvimos de viaje un mes y recorrimos más de 6000 kilómetros. Y como nos gusta hacer siempre que regresamos, con el mapa de Argentina en mano empezaremos a pensar cuál será nuestro destino para el año que viene. Mientras tanto, trataremos de ir completando este blog con la información de los viajes anteriores y de éste.