lunes, 4 de febrero de 2008

Córdoba 2008 /2

Los habíamos dejado con los pies recién puestos en tierras cordobesas, más precisamente en Villa Dolores. Esa fue sólo una escala en nuestro periplo, ya que el destino final era Intiyaco, como saben.
Antes, les contamos que, cuando estábamos en San Juan, quisimos ir a Huaco, pero no pudimos, porque debido a la lluvia el camino estaba bastante feo, según nos informaron en la oficina de turismo de Jáchal (la cual podría definirse como “una localidad sin onda a la que en Turismo le ponían toda la garra”).
Retomando cronológicamente el relato, salimos el miércoles 30 de enero de Villa Dolores al mediodía, luego de ir al súper (ya que yo, Sofi, suponía que en Intiyaco no habría grandes cadenas de hipermercados), y nos fuimos por el camino de las altas cumbres con dirección a Alta Gracia. Nunca antes habíamos ido por ese camino, que es realmente muy lindo, tiene una vista impresionante. Mientras lo transitábamos, atravesamos varias nubes e incluso, lluvia (literalmente, porque no estábamos debajo, sino adentro). Parece que Córdoba está condenada a estar cubierta de nubes en enero, como lo comprobamos cuando estuvimos allí hace 3 años! Luego de atravesar el altas cumbres “mayor”, nos esperaba un “mini” altas cumbres, que es el desvío a Alta Gracia. Había muchas pendientes y curvas, lo que parecía tener un efecto no muy benéfico en los estómagos de algunos viajeros (vimos un auto al costado del camino, del que se había bajado un pibito realmente muy descompuesto!).
Ya en Alta Gracia el clima era espantoso, no cabe otro adjetivo. Estaban bajoneados, porque la localidad había programado un festival de las colectividades justo para esos días y se les había pasado por agua.
Como el día no prometía ser lindo en toda Córdoba, aprovechamos el paso por Alta Gracia para pasear, con la idea de instalarnos en Intiyaco a la tardecita. Lo primero que hicimos fue visitar la estancia jesuítica que está en el centro de la ciudad, completando un poco el tour que habíamos hecho allá por el 2005, visitando la Manzana histórica de Córdoba capital, junto con las estancias de Jesús María (a pleno debido a que estaba por arrancar el festival folklórico), Caroya (donde casi por casualidad compramos uno de los salames más afamados del país) y la Candelaria (quizás la más pobre, por lo inaccesible, lo insoportable del guía y el frío que hacía).
En cuanto a Alta Gracia, la verdad que esta estancia fue una de las que más nos gustó, porque la visita guiada era completísima, y el lugar, impresionante. (¡Además, por disposición municipal la entrada los miércoles es gratis!) Es una de las estancias que mejor conservada está, porque también se mantienen en pie algunos de los edificios históricos aledaños. Creo que si nos hubiera tocado un lindo día, hubiera sido inmejorable.
Después de la visita guiada, y un almuerzo en la plaza con el riquísimo queso de oveja sanjuanino (rápido porque había un poco de garúa), antes de salir para Intiyaco pasamos por la casa del “Che” Guevara. Nos gustó mucho porque está en la línea de los “museos modernos”, que tienen una concepción distinta de cómo debe ser un museo (en ese grupo podríamos ubicar también al Museo de Alta Montaña de Salta, y el Museo del Área Fundacional de Mendoza). Después de enterarnos de los periplos en bicileta y en moto del Che, nos dieron ganas de ver la película en la que actúa Rodrigo de la Serna (¡uno de los apellidos del Che, según nos enteramos!).
Salimos a la tarde rumbo a Villa General Belgrano, que estaba atestada de gente. Ni siquiera amagamos con parar, y tomamos el camino de tierra que pasa por Atos Pampa y llega al cruce del río Los Reartes, donde está ubicado Intiyaco. Sinceramente, yo (Sofía) no me acordaba qué camino tomábamos cuando íbamos hace 20 años, porque hay otra alternativa, que es ir por el pueblo Los Reartes.
Tuvimos una ida algo accidentada, porque, según nos enteramos después, como van a asfaltar el camino a La Cumbrecita, están dejándolo “a la buena de Dios”, sin mantenimiento alguno. Además, el camino estaba bastante deteriorado porque el tiempo estuvo horrible en Córdoba durante toda la segunda quincena de enero. La peor parte estaba muy cerca de Intiyaco, porque en el camino había un barreal muy grande (nada que ver con el Barreal sanjuanino…). Tuvimos que corrernos un poco de la huella para dejar pasar a otro auto, y ahí fue cuando el Gol empezó a patinar y se quedó en el barro.
Por suerte había muchas personas cerca (turistas que paseaban en auto, y dos locales en moto) que nos ayudaron a empujar el auto, y nos dieron indicaciones muy valiosas de cómo sacarlo. Transpiramos bastante, hay que decirlo, y yo (Sofi) me imaginaba los pensamientos que cruzarían la mente de Vic: “¿Quién carajo nos mandó a venir a este paraje de mierda??”. Esperé sinceramente que le gustara una vez que hubiéramos llegado… (Vic: Sí, y para reasegurarse, una vez allá me lo preguntó como 500 veces). La verdad es que gente buena hay en todos lados y eso fue lo que hizo posible que desenterráramos al Gol de ese barro inmundo! Si no, aún seguiríamos allí.
Una vez que pudimos retomar la huella, pasamos el barro y seguimos hasta llegar al puente que cruza el río Los Reartes. De un primer vistazo pude constatar (Sofi) que las cosas no habían cambiado mucho. Antes de pasar el puente, había dos puestitos que vendían regionales (pan casero, dulce de zarzamora, queso, salame, etc.), uno de los cuales también alquila caballos y pertenece a los hijos de Pepe el hombre que nos alquilaba caballos 20 años atrás. Según me enteré luego, Pepe murió hace unos 3 meses de cáncer.
Ni bien se cruza el puente, a la derecha y antes de la temida cuesta en curva, está el único camping del lugar, el San Felipe, que fue creado hace unos 5 o 6 años. Hacia allí nos dirigimos y como no teníamos otra opción a la vista, acampamos. Intiyaco se cotiza bien, porque nos costó $14 por persona y por día. El camping es enorme y muy lindo, inmerso en el típico bosque con frutillas silvestres, pinos, zarzamoras, menta silvestre y demás. Lo único malo es que no tiene tomas para enchufar nada eléctrico ni, por lo tanto, iluminación a la noche. Lo único que tenía luz era un quincho con unas parrillas, así que pusimos la carpa cerca de allí para poder ver a la noche lo que cocinábamos.
Por suerte, había parado de llover, aunque estaba todo húmedo/barroso, pero el clima nos permitió armar la carpa sin mayores dificultades.
Al día siguiente (jueves 31), amaneció un poco nublado, pero ya se veía el sol. Salimos a caminar por Intiyaco, a ver qué tal estaba. La novedad más importante es que han puesto 3 o 4 pequeños complejos de cabañas de alquiler, un restaurant muy paquete (“La estación”, con una casa impresionante y un vagón de tren todo arregladito) y una hostería. Entramos a chusmear a esta última, para ver cuánto cobraban y nos quedamos charlando con la dueña. Nos dijo que su marido también iba a Intiyaco cuando era chico, y tiene más o menos mi edad (la de Sofi).
Ese día pudimos disfrutar un rato del río, del otro lado del puente (o sea, a donde no íbamos cuando éramos chicas, porque es más profundo), y a la noche, Vic hizo un súper pollo asado, que le costó bastante, porque la leña que pudimos recolectar estaba toda mojada! Por suerte en el camping tenían carbón y pudo terminar de asarlo. El pollo era enorme, y nos alcanzó para cuatro comidas (en serio)!
Al día siguiente amaneció muy lindo, pero a la tarde vino una tormenta que coartó nuestras posibilidades de bañarnos en el río. Aplacamos nuestra frustración comprándole porciones de torta casera a la señora del parador Mayu Huasi, que estaban muy buenas.
El sábado 2 de febrero, último día en Intiyaco, estuvo espectacular, así que pudimos disfrutarlo completo. Fuimos a la parte del río donde solíamos ir antes, es decir la más baja; aunque con tanta lluvia, el río había crecido y traía bastante agua. Nos bañamos un montón, porque hacía calorcito. A la tarde, por idea de Vic, fuimos munidos de tuppers y cosechamos zarzamora, para hacer dulce casero (en un ratito nos abocaremos a ello). Luego, fuimos a tomar mate a otra parte del río, cerca del camping. Ahí estuvimos mirando el agua limpia, las playitas de arena llenas de mica, y deseando el imposible de más días lindos para quedarnos y seguir de vacaciones (no sabemos qué es más imposible: si tener más vacaciones, o que toquen muchos días lindos en Córdoba).
Ayer, domingo 3, salimos hacia Buenos Aires, pero para volver hicimos el camino de tierra que pasa por Villa Berna (la cual creció mucho: ahora es una villa veraniega llena de quintas y negocios, aunque sin río) y lleva al pueblo Los Reartes. Estaba bastante mejor que el de la ida, y además íbamos con un auto adelante que, manejando con más prudencia que nosotros, nos servía de “conejillo de indias” del camino (!).
Antes de emprender el regreso definitivo, hicimos una escala en Villa General Belgrano, y yo (Vic) aproveché para comprar algunas de las afamadas cervezas artesanales de la zona, que iré degustando en los próximos días…
Después tomamos la ruta provincial nº 5, que cruza todo el Valle de Calamuchita, pero por suerte íbamos en dirección contraria a todos los cordobeses que se estaban volviendo a la capital. Al igual que Traslasierra, la región de Calamuchita creció mucho, y hay tramos (sobre todo, cerca de los diques) en los que la cantidad de gente se vuelve bastante insoportable. Había un bombardeo visual tremendo de regionales, pero consideramos que todo lo comprado y consumido era más que suficiente, así que no sucumbimos.
El regreso se nos hizo largo porque la infame ruta nacional 8, desde Pergamino y Arrecifes, se vuelve insufrible a causa de los camiones (¡y además el peaje es caro!). Pero el colmo fue todo ese tramo de más o menos 15 km en obra (parece que van a hacer una autopista de Pilar a Pergamino), justo antes de llegar a Pilar, que hicimos a paso de hombre, con hambre y mucho mal humor.
Llegamos a la base Costantini a eso de las 23.30, luego de ¡12 horas! de viaje, donde nos esperaban con unas hamburguesas que devoramos con gusto. Después nos dimos un merecido baño y dormimos hasta bien entrada la mañana de hoy…
Como ocurre siempre, a la vuelta parece que todo hubiera pasado muy rápido, y sin embargo estuvimos de viaje un mes y recorrimos más de 6000 kilómetros. Y como nos gusta hacer siempre que regresamos, con el mapa de Argentina en mano empezaremos a pensar cuál será nuestro destino para el año que viene. Mientras tanto, trataremos de ir completando este blog con la información de los viajes anteriores y de éste.

miércoles, 30 de enero de 2008

San Juan 2008 /3 + Córdoba 2008 /1

Acá estamos, en Villa Dolores, la primera ciudad de Córdoba después de pasar la frontera con San Luis viniendo por la ruta 20 desde San Juan (para que se ubiquen los que andan flojos en geografía, estamos muy cerca de Merlo y de Traslasierra).
Hicimos un alto en esta ciudad para que el viaje no se nos hiciera tan largo desde donde estábamos: Iglesia, al noroeste de San Juan, a más o menos 170 km de la capital de la provincia, y muy cerca de uno de los pasos a Chile, que promete tomar fuerza en los próximos años cuando se asfalte todo: Agua Negra.
Retomando: los habíamos dejado en Barreal, haciendo tiempo antes de que comenzara la feria artesanal (?) y el “autocine” (¿?) en la plaza del pueblo. Ninguna de las dos ocurrieron, así que nos volvimos al camping para combatir el frío con un guiso de fideos, y en eso, después de la lluviecita que ya era casi costumbre en las tardes/noches, empezó una tormenta de granizo (!) con piedra bastante grande, así que tuvimos que refugiar al pobre Gol en un galpón que tenía la gente del camping. Gracias a Dios que teníamos el rico mistela comprado unos días antes para mitigar un poco lo desolador de esos avatares climáticos. Igualmente, hay que decir que la carpita es una masa: se bancó el granizo y la lluvia sin fisurar!
Después de este panorama, y sin haber podido ver una mísera estrella en todas nuestras noches en Barreal, partimos al día siguiente (sábado 26) para Iglesia y Rodeo, dos pueblos muy cercanos que tenían fama de ser pintorescos. La verdad que el camino es lindo y está en muy buen estado: se atraviesan las sierras de la precordillera con colores y paisajes impresionantes. Muchas veces el contraste con el color turquesa de los diques es espectacular y digno de una postal, más allá de que los sanjuaninos se quejan de que muchos de ellos están mal construidos porque no abastecen la energía para la que fueron diseñados, y además parecen estar causando (en parte, al menos), este clima tan insólito para San Juan: ¡¡lluvia todos los días!!
Conocimos un camping espectacular que está a 2 km de Iglesia, en una localidad llamada Bella Vista, y después de deliberar mucho sobre si lo mejor sería quedarnos en Bella Vista o en Rodeo (a 30 km) para hacer base y recorrer la zona, elegimos el camping de Bella Vista porque es realmente uno de los más lindos en los que hemos estado. Y además, barato: sólo $7 por persona, frente a los $40 diarios que pagábamos en Mendoza capital por poner una carpa en el piso…
Bella Vista es un lugar muy lindo, lleno de álamos, y aparentemente hay gente de otras localidades que ha construido casas para pasar fines de semana en ese lugar tan tranquilo. Estimamos que la mayoría de ellos debe huir de San Juan capital (aunque no nos parece que sea tan agitado) para encontrar un refugio apacible los sábados y domingos.
Terminamos el sábado a toda orquesta, con un asadito de un corte típicamente cuyano: punta de espalda, que resultó tierna y muy rica (una mezcla genial de vacío, entraña y tapa de asado, me atrevo a decir), y además rindió para unos sanguchitos al mediodía y una salsa de arroz con carne en la noche del domingo!
Al día siguiente de instalarnos, partimos desde Bella Vista para las afamadas termas de Pismanta, que están sólo a unos 20 km de allí. Averiguamos, y hay una pileta de natación con aguas termales (a 25 º) en las que por sólo $5 podíamos sumergirnos toda la tarde. El hotel termal es una cooperativa y parecía un poco venido a menos, aunque según constatamos en el panel de recepción, los precios para quedarse no son de lo más cooperativos (!). La opción pileta parecía potable, así que la tomamos. Por suerte, habíamos ido munidos de comida y nuestras reposeritas, pero olvidamos y lamentamos haberlo hecho, las toallas. La pileta era al aire libre y tenía una vista espectacular de la cordillera, pero corría un vientito gélido permanentemente, que desafiaba el calor del sol cuyano (el viento venía de un dique cercano, que muy apropiadamente se llama “Cuesta del Viento”). Estoicamente nos pusimos en traje de baño, y logramos juntar calor. Igualmente, al meternos en la pileta termal, constatamos que estaba muy agradable (un hombre comentó “a temperatura de orina”) y esperamos que haya sido terapéutica. El efecto inmediato que notamos fue diurético (aunque no sabemos si ese efecto fue causado por el mate que nos tomamos!), así que es posible que la temperatura del agua fuera “de orina” (!). No queríamos salir, estaba buenísima. El desafío fue enfrentar el aire fresco una vez empapados de aguas termales.
Estuvimos buena parte de la tarde allí y luego fuimos a conocer un pueblito cercano, Tudcum, seducidos por una serie de carteles que habíamos visto a lo largo de la ruta a Iglesia, que rezaban: “Visite Tudcum: el pueblo de los dulces regionales”. Era domingo, lo cual desafiaba la capacidad marketinera de los locales, ya que aparentemente todos los “negocios” estaban cerrados. El pueblo era muy bonito y tenía linda vista, igualmente. Pudimos encontrar a quien pergeñó semejante estrategia atrae-golosos, y visitamos su negocio: era un flaco de profesión sociólogo (tenía su diploma colgado junto a los frascos de dulces) que había cambiado de rubro. Se rió cuando le dijimos que habíamos llegado por los carteles, y nos hizo degustar dulce de melón. Obviamente que terminamos comprándole algunas cosas ricas.
Al final del día, fuimos a la capilla de Achango, ahí cerquita, que data del s. XVIII, aunque sinceramente no era gran cosa, nada que ver con las de la Quebrada de Humahuaca (si es por eso, fue mucho más impactante el espeluznante “Cristo negro de cuero articulado” (¡!) del siglo XVII, que conocimos en Jáchal al día siguiente).
Nuestro plan para el día de ayer (lunes 28) era salir temprano para el dique Cuesta del Viento, en el que parece que lo único provechoso que puede hacerse es practicar windsurf o buscar un lugar bien reparado del viento para pescar pejerreyes. Dicen que podés estar más o menos bien hasta el mediodía, cuando empieza a soplar un viento “de la sanputa” que te obliga a irte o resistir como puedas. De todas formas, el agua es lo suficientemente fría como para desalentar el bañarse.
Antes conocimos Rodeo, que es un poco más grande y está mejor preparado para el turismo que Iglesia (a decir verdad, Bella Vista e Iglesia son diminutos; para darles una idea, la oficina de información turística de Iglesia está siempre cerrada ¡con candado!), y de ahí salimos para el dique. Llegamos a un parador que estaba a todas luces abandonado (aunque a mí, Vic, me costó convencerme de ello) y a un camping ídem. A los dos restantes paradores no pudimos llegar, porque había un charco muy grande que impedía el acceso (del pobre Gol, al menos).
Decidimos mandar al dique a cagar, y nos fuimos para Jáchal, una ciudad de la que no esperábamos mucho, aunque había dos atractivos que nos convocaban: por un lado, el arroyo Agua Negra (nos lo habían recomendado en Barreal), y por otro, el circuito de viejos molinos harineros (declarados patrimonio histórico nacional). Creo que no exagero si digo que Sofi me estuvo vendiendo el “molino tour” durante todo el viaje, como la maravilla más grande de San Juan; por mi parte, prefiero los vinos.
Al llegar a Jáchal, nos comentaron que venían sufriendo grandes lluvias toda la semana y que había partes inundadas, pero igualmente pudimos llegar al arroyo Agua Negra. Allí había un camping y pudimos constatar que quienes se alojaban allí habían sido hostigados duramente por las lluvias. El arroyo es realmente muy bonito, se forma con agua de surgentes que vienen directo de las montañas. Las aguas son cristalinas y frías, pero igualmente nos les animamos. Es un lugar muy apacible para pasar el día.
Luego nos fuimos a uno de los molinos harineros que nos recomendaron en la oficina de turismo de Jáchal (con muy buen criterio) y conocimos al hijo de su antiguo dueño, Don Chicho, un personaje total de 75 años. El viejo nos mostró todo el molino y nos explicó cómo funciona (porque está en funcionamiento aunque tiene más de 100 años). Las maquinarias fueron traídas de Alemania y EE. UU (en el siglo XIX). Realmente valió la pena la visita.
Ese fue nuestro tour del día de ayer, que terminó retornando a Bella Vista luego de pasar el sinuoso camino de montaña que une Jáchal con Rodeo y seguir 30 km más.
Hoy nos despedimos de San Juan, realmente muy conformes por el trato humano y los paisajes, y no podíamos dejar de hacerlo sin adquirir ¡REGIONALES! Entre ellos un exquisito queso de oveja. No sabemos con certeza cuánto de lo adquirido llegará a nuestras respectivas familias o será consumido durante el viaje...
Mañana salimos para Intiyaco, una localidad cordobesa cercana a Villa General Belgrano que la familia de Sofi conoce bien. Ampliaremos la crónica desde allí, si podemos. Y si no, será de vuelta en casa, y ya con un poco de nostalgia.

viernes, 25 de enero de 2008

San Juan 2008 /2

Estamos en Barreal, provincia de San Juan, un pueblo cerca del Parque Nacional El Leoncito. Escribimos desde un cyber que está frente a la plaza, mientras esperamos que se conforme la feria artesanal de los viernes, que estaba programada para las 19:30, pero hasta ahora consta de sólo 1 (un) puesto. No sabemos si eso es todo o el ritmo sanjuanino implica que todo comience con bastante retardo.
La última vez que escribimos estábamos parando cerca de San Juan capital, en un pueblito llamado Marquesado, que está entre esa ciudad y el dique de Ullum. Allí nos quedamos hasta el miércoles, en el camping del Ranchomóvil club. El camping era bueno, pero el problema era que el encargado era medio descuidado/tacaño: nos iba cortando los servicios a medida que pasaban los días: luz, agua caliente, agua en general… y teníamos que perseguirlo para que los reestableciera!
El martes fuimos nuevamente al Dique de Ullum, para poder vegetar un poco más y el miércoles 23 partimos para acá, porque teníamos ya reservado para pasar la noche en uno de los observatorios astronómicos que están dentro del Parque Nacional El Leoncito, para poder hacer la observación nocturna de los objetos celestes que pudieran verse esa noche.
Este era un gustito que teníamos muchas ganas de darnos, y ya nos imaginábamos cual científicos, hurgando los astros por el gran telescopio que salía de la cúpula blanca del Leoncito… Sin embargo la cosa no fue tan así.
Salimos temprano de San Juan, porque aunque no eran muchos kilómetros convenía no llegar muy tarde a Barreal ni al parque. Tuvimos que dar toda una vuelta, porque el camino más directo está cortado (¡hace 2 años!) debido a la construcción de un dique (sí, otro más). Además, al principio el viaje fue medio lento, porque una parecíamos ir en medio de una gran nube que iba descargando la lluvia. Aunque cueste creerlo, la supuestamente seca San Juan está bastante húmeda: todas las tardes se nublaba y comenzaba a gotear, amenazando con arruinar nuestra cena de cada día.
Llegamos a Barreal con buen tiempo y aprovechamos para ir a la oficina de Turismo, y para chusmear los campings en los que nos alojaríamos después de visitar el Parque.
Salimos para El Leoncito y llegamos como a las 17; para los que no lo saben, es un lugar bastante árido, a 2550 msnm, y fue convertido en Parque sólo para proteger la zona de la contaminación visual y asegurar que los observatorios astronómicos que están dentro del parque tengan la mejor visión posible de las estrellas.
Nosotros ya habíamos comprado (bastante caro, por cierto) en San Juan el voucher para pasar la noche allá, que incluía alojamiento, cena, desayuno, y el plato fuerte: observación de las estrellas en un lugar donde hay un promedio de 300 noches despejadas por año.
Cuando llegamos había algunas nubes yendo y viniendo, y nos dijeron que la noche anterior había estado bastante nublado, pero que en ésta había “buenas posibilidades” de hacer la observación astronómica. Así que visitamos el observatorio “El Leoncito” de día, para conocer cómo funciona y a qué se dedica, y después nos instalamos en nuestra habitación. Además de nosotros, había otra parejita y una familia con dos hijos.
Pero a medida que avanzaba la tarde el panorama empeoraba, porque junto a las montañas empezaron a juntarse nubes que tapaban el cielo, y hasta llovió un poco. Nos bañamos, fuimos a cenar y comenzó la espera para la observación.
A eso de las 23:30 apareció la técnica que nos iba a asistir en la observación, para avisarnos que estaba calibrando el telescopio. A todos se nos pinchó un poco el globo al enterarnos de que no íbamos a mirar las estrellas desde “el” observatorio, sino desde un telescopio como los que se compran en los negocios (pero bastante grande), que tenían en el playón de afuera.
Había luna llena, pero la noche estaba tapada casi por completo por las nubes, y no corría suficiente viento como para despejarlas a la brevedad. Estuvimos esperando hasta las 2 de la mañana, pero era imposible ver nada. La técnica intentó mostrarnos la luna en un par de oportunidades, pero cuando la enfocaba, ya una nube la volvía a tapar. Nos consolamos del frío y el bajón tomando un poco del mistela que compramos en nuestra “ruta del vino”, pero tuvimos que irnos a dormir con las estrellas, planetas, asteroides y cometas como cuenta pendiente (hasta en San Rafael se veía más, por las noches).
Al día siguiente conocimos (de día) el otro observatorio del Parque, el “Cesco”, que depende de la Universidad Nacional de San Juan, y ahí la explicación fue más completa que en el anterior. Llegamos a la conclusión de que ésta no es buena época para visitar el Parque, porque estaban haciendo mantenimiento al telescopio de este observatorio, justamente con el argumento de que ahora las noches son cortas, y además es época de lluvias. Pero al menos tenía un centro de visitantes muy completo, y el hombre sabía muchísimo y estuvo hablando con nosotros y los demás visitantes por más de una hora. Además, había expuestas fotos del cometa Halley sacadas con ese telescopio, entre otras fotos de estrellas y galaxias, y el guía nos mostró en la computadora el mapa astral con el que calibran el telescopio (ahora se hace todo por computadora, no miran más directamente por el telescopio) y otras imágenes muy interesantes del espacio. Eso nos sirvió un poco de premio consuelo, y sólo con abonar una entrada de $3.
Después de recorrer un sendero peatonal del parque y relajarnos en la cascada, almorzamos y partimos para Barreal. La localidad debe su nombre a una extensión de tierra blanca seca, muy arcillosa, que está justo enfrente del Parque Nacional. Se supone que antes allí había una laguna, y nos juraron que cada tantos años la laguna “se llena durante unos días y luego se vuelve a secar”. Allí se practica “carrovelismo”, y también se filmó parte de “Siete años en el Tíbet” con Brad Pitt, la fallida telenovela “Sheik” con Araceli González y Gustavo Bermúdez, y la propaganda de Darín en el Toyota Corolla (¡en serio!).
Hoy estuvimos recorriendo un poco los alrededores de Barreal, que es pintoresco pero un poco caro (parece que se está volviendo inesperadamente exclusivo: la nafta y el gasoil, por ejemplo, están carísimos), y conocimos un cerro llamado “El Alcázar”, que nos recordaba a Talampaya pero con los colores del Valle de la Luna. Vimos las ruinas de una fundición de metales del siglo XIX y paseamos por algunos de los pueblitos cercanos: Calingasta, Tamberías, Sorocayense, pero no hay mucho más para ver realmente, así que estamos haciendo bastante relax.
Mañana partimos para el norte de la provincia, a un par de localidades llamadas Iglesia y Rodeo (están muy cerca una de la otra), y quizás podamos aprovechar y hacer uso de algunas de las numerosas termas que hay por acá. Después, ya terminando el viaje, el plan es ir a hacer camping a un lugar de Córdoba muy querido para la familia de Sofi: Intiyaco. Ya se irán enterando de nuestras aventuras…

lunes, 21 de enero de 2008

Mendoza 2008 /3 + San Juan 2008 /1

No les extrañe si en este relato nos patinan un poco las eses u otras consonantes, porque entre que este teclado no es el mejor, sumado al hecho de que venimos de un tour de bodegas, hacen una combinación que desafía la gramática.
Los habíamos dejado en Tunuyán, donde no pudimos visitar ninguna fábrica de sidra ni comer manzana alguna (?), pero los días siguientes nos vienen compensando: ya nos estamos castigando con vinos y melones sanjuaninos.
Después de recorrer el valle de Uco, en el que nos gustó mucho el pueblito de Tupungato, y donde pudimos recorrer el famoso “corredor productivo” repleto de viña y de frutales, nos dirigimos a la capital mendocina, para pasear un poco por la ciudad y sus alrededores. Conseguimos acampar en un lugar lindo, tranquilo y bastante cercano a Mendoza capital: El Challao. Desde ahí hicimos base para distintos recorridos. El camping era espectacular, hasta había papel higiénico y jabón en el baño, todo un lujo asiático.
Nuestra primera escala turística fue el Zoo de Mendoza, que está en el Cerro de la Gloria, donde llegamos instados por los amables dueños del camping. Yo (Sofi), fascinada con los bichos de todo tipo y color, y Vic, al principio entusiasmado y luego, fatigado y aburrido (y dolorido de sus pies). Para ser honestos, hay que decir que el Zoo está bastante decadente y abandonado. Los animales estaban o bien en unas jaulitas de 2 X 2 o bien super calcinados y en su mayoría sin agua (o con escasa), oso polar y carpinchos incluidos. Un dato aparte que nos divirtió fue que había varios en celo, y brindaban un espectáculo pintoresco, sobre todo, los monos babuinos. Cuando estábamos frente a la jaula del trigre, éste se quiso montar a la hembra, lo que despertó el comentario de una niñita de unos 5 años: “Mamá, ¿qué hace el tigre?” “Le está haciendo cariñitos a la tigresa” (¡!).
Ese día terminamos muertos, porque anduvimos recorriendo a pie toda la ciudad, desde el Área fundacional (el sitio donde se encontraba el centro antes del terremoto de 1861), pasando por algunas de las plazas centrales: España, Italia e Independencia... Claro que con una escala en la exquisita fábrica de chocolate “La cabaña”, ¡espectacular! Nos mostraron (medio rápidamente, para nuestro gusto) cómo se elabora el chocolate, y ahora estaban a pleno haciendo los huevos de Pascua, era impresionante.
La verdad que los “regionales” nos pueden en este viaje, más que nunca: salame, pan casero, “tortitas” (pancitos con grasa), queso de cabra, chivo a la llama, dulces, conservas, chocolate, vinos... Eso sumado a lo que nos dio la familia Calvente allá en Alvear, que va en descenso...
Después del city tour, y una mateada con dos de las chicas que organizaron el Encuentro de Letras que se realizó en Mendoza, hicimos al día siguiente el “camino de Alta Montaña”, hasta llegar al Parque Provincial Aconcagua. En nuestro camino hacia el Aconcagua, paramos en el dique de Potrerillos, donde hay cerca una serie de pueblitos que son uno más lindo que el otro: Las Chacritas, Las Vegas, El Salto. Es una zona que nos parece que se va a desarrollar mucho en los próximos años, por lo que pudimos apreciar. Muy recomendable para quienes estén pensando en ir a Mendoza: sobre todo, parece que la zona se pone “top” en invierno.
Luego de hacer un pic nic ahí, seguirmos para Uspallata, aunque una vez ahí, a instancias de Vic, proseguimos hasta Puente del Inca. Yo (Sofi) no tenía rutilantes recuerdos del lugar, pero el camino, por los túneles en la montaña y al costado del río, es muy hermoso. En Puente del Inca han montado ahora una suerte de feria paraguaya, con los horribles souvenirs recubiertos de esa capa amarilla de pseudo-azufre (supuestamente, otorgada por el agua del lugar). Haciendo 2 km más, llegamos a ver el Aconcagua, aunque estaba cubierto de nubes, y nos volvimos porque se nos hacía tarde. Lo hicimos en el día, porque nos pareció que ir a San Juan desde Uspallata, por una ruta de ripio, nos iba a hacer sufrir inútilmente, así que nos vinimos para acá por la vieja pero remodelada y flamante ruta 40.
Acá, igual que en Mendoza capital, optamos por un camping en las afueras de la urbe, en un pueblito pintoresco que se llama Marquesado y que está cerca del dique de Ullum. Ahí aprovechamos para hacer algo que nos venía faltando: ¡huevo!
No optamos por acampar en los diversos campings que hay sobre el dique porque van todos los pibes de San Juan capital a descontrolar mal: ponen música a todo lo que da toda la noche (o sea, imposible dormir) y chupan como locos. Sin ir más lejos, la semana pasada, apuñalaron a un pibe en el camping de la Universidad de Cuyo.
Ayer fuimos a uno de los “paradores” de Ullum en los que podés bañarte, y vimos con consternación cómo una familia de más o menos 10 personas, mientras hacía el asado, se chupaba dos damajuanas de 5 litros cada una; después pasaron al fernet con coca, y para cuando nos íbamos, a eso de las 19, ya estaban prendiendo el fuego para ¡otro asado!! El parador parecía bastante tranquilo, porque nosotros solemos hacer el contraturno, o sea, ir a la hora de la siesta, cuando todos los sanjuaninos están roncando. Pero a eso de las 16 comenzó la música, reggaetón incluido, y tipo 17:30, la cosa ardía: muchos pibes jóvenes, windsurf y barra de tragos ladri, que ofrecía, a través de un locutor que arengaba por altoparlante, un melón con vino por $15 (cuando acá te venden 2 melones por $5) y dos fernet con coca por $25! Además de regalar dos latas de cerveza a la pareja que bailara “más juntita” (nosotros no ganamos).
Hoy estuvimos recorriendo un poco la ciudad, fuimos a la casa natal de Domingo F. Sarmiento (una de las pocas cosas que quedaron en pie después del terrible terremoto de 1944), y luego, para zafar de la siesta en la que todo muere y todo cierra, hicimos el tour de bodegas: visitamos el Museo del Vino Graffigna, y conocimos dos bodegas orgánicas, la champañera Miguel Mas y la bodega Fabril Alto Verde (el roseé, el extra brut y el mistela nos dejaron medio copetes).
Ya reservamos la noche que pasaremos en nuestro próximo destino: el Parque Nacional El Leoncito. Salimos el miércoles para allá, y luego recorreremos un poco del resto de la provincia, tanto en el norte como en el sur: Barreal, Calingasta, Rodeo, Iglesia... ya se irán enterando.

martes, 15 de enero de 2008

Mendoza 2008 /2

Acá estamos, en la ciudad de Tunuyán, “capital de la manzana” y de fábricas de sidra que no se pueden visitar (!), ubicada en el valle de Uco, a unos 80 km de la ciudad de Mendoza. Esta es nuestra última escala mendocina antes de llegar a la Capital, después de una gran vuelta en nuestro periplo este-oeste, sur-norte.
Recapitulando: la última vez que escribimos estábamos en San Rafael, en medio del famoso cañón del Atuel. Después de levantar campamento, antes de irnos visitamos una bodega chiquita, Labiano, como para ir completando esta “ruta del vino” que de a poco vamos recorriendo (o al menos, yo, Vic, porque Sofi solo se anima a los blancos o rosados dulces).
De ahí partimos para la ciudad de Malargüe, famosa por estar muy cerca de Las Leñas. Recalamos en el camping cercano al Dique Blas Brisoli, a unos 12 km de la ciudad, porque el camping municipal estaba lleno a raíz de la XXII Fiesta Nacional del Chivo, que se celebraba cerca de allí, y la otra opción era ir al camping de los Castillos de Pincheira, que quedaba a 27 km de ripio distante de Malargüe. Creímos que era la mejor opción, porque había pocas carpas y se veía lindo, además había un criadero de truchas y un restaurant donde las mismas podían comerse. Pero en unas pocas horas comenzó a llegar gente y el apacible camping comenzó a convertirse en un hacinamiento vil. Además, era todo de tierra, lo que no contribuía a nuestra higiene ni a la de la carpa. Para colmo, el agua caliente no abundaba (yo, Sofi, terminé bañándome a las 22:30 con agua congelada) y la luz se cortó varias veces: una de ellas, cuando estábamos a punto de cenar, por lo que tuvimos que hacerlo a la luz de la linterna.
En Malargüe enganchamos el final de la Fiesta del Chivo y Fiesta Provincial del Cordero. Ahí nos castigamos con unas empanadas y una porción de chivo a la llama, paseamos por la feria (a medida que avanzabas, los sofisticados stands de artesanías se convertían cada vez más en una feria paraguaya digna de la Isla Maciel), y nuestra idea era ver el show de Victor Heredia que estaba programado como cierre de la fiesta, pero se atrasó mucho y al día siguiente partíamos para el Valle de Uco, así que nos fuimos antes y así y todo nos terminamos acostando bastante tarde (3 AM). Otro factor que nos desalentó a quedarnos y nos animó a partir fue la sucesión de intérpretes folklóricos locales y de otras provincias, que iban variando en calidad. Lo que nos terminó de decidir fue una recreación de la vida de los crianceros (o sea, la gente que cría los chivos, en lo alto de los cerros), donde el mentor de la fiesta del chivo recitaba una apología del criancerismo (si cabe este término) mechada con toques de un patriotismo recalcitrante. Al escenario no sólo subieron crianceros y cantantes, sino también los protagonistas de la fiesta: ¡chivos y chivitos vivos! Que eran retenidos arduamente por los paisanos, porque no les agradaban mucho las luces del escenario. Terminamos todos cantando el himno nacional (chivos incluidos) y gritando, arengados por Don Asencio, “¡Viva la patria!” (y faltó un “¡Viva Perón!”).
Como si eso fuera poco, tuvimos que morfarnos toda la entrega de premios del concurso de canto y baile que se celebró durante la fiesta, donde arrasó la Peña el Caldén (no sabemos si por ser los únicos participantes del certamen o qué). Se llevaron como nueve premios que consistían en unos mamotretos de madera con una foto de Malargüe, imposibles de acomodar en ningún lado, que tenían en su interior un par de tristes postales.
(Tal como lo indica la Ley de Murphy, a los pocos minutos de irnos, anunciaron que empezaría el show de Víctor Heredia, porque lo escuchamos en la radio a medida que nos alejábamos rumbo al camping…)
Había muchas cosas para hacer en los alrededores de Malargüe… claro que en todas había que pagar entrada, o bien contratar una excursión de $50 a $100 per cápita. La Caverna de las Brujas, la Laguna de Llancanelo y Payunia quedaron descartadas por el segundo motivo. Así que el día en que llegamos a Malargüe fuimos a lo único que se podía visitar gratis, el observatorio de rayos cósmicos Pierre Auger (juro que no era “turismo esotérico”, es absolutamente científico aunque un poco largo de explicar… digamos que se dedican a investigar partículas de muy alta energía que vienen del espacio exterior… una especie de adelanto del “turismo astronómico” que queremos hacer en San Juan, en el Parque Nacional El Leoncito). Después visitamos los castillos de Pincheira (que por supuesto ahora cobran entrada), una formación rocosa que asemeja castillos, donde hay un parque, un río y donde instalaron un kiosco y restaurant. Hay muchos hermanos chilenos visitando la provincia, y también nos topamos con un contingente de europeos y yanquis esperando para consumir su porción de “cakes fried in pork lard” (es decir, sopaipilla o tortas fritas en grasa), que nosotros también degustamos.
El día en que partimos de Malargüe, pasamos antes por el valle que lleva a Las Leñas, vimos el Pozo de las Ánimas y su gemelo (sigue siendo tan escalofriante como solía ser cuando la flia. Calvente iba al hotel Lahuen-Co), y también la “laguna de la Niña Encantada”, en donde por supuesto nos cobraron la entrada, luego de llegar por un errado camino de ripio que nos hizo sufrir de lo lindo, al punto de que yo (Sofi) me ofrecí a bajarme cada tanto a despejar las piedras que amenazaban con destruir el pobre auto.
Por todo esto, y por un corte de ruta contra la minería en San Carlos, se nos hizo bastante tarde el domingo pasado, y llegamos a Tunuyán como a las 21:30, sin tener idea de dónde carajo acampar. El único camping que vimos metía miedo, así que apelamos al último recurso (perdón papá Daco): tarjetear una noche de hotel. No estuvo mal volver a la “civilización” de una cama y una ducha caliente, por una noche al menos.
Ayer hicimos un “estudio de mercado” y terminamos en un camping bastante tranquilo (cuando los vecinos deciden no poner música), con pileta y quinchos, así que la tarde pasó con mucho relax. Y hoy estuvimos recorriendo un poco el resto del valle, continuando con la “ruta del vino”, conociendo una fábrica de dulce casero y visitando el “Corredor Productivo” que lleva a la bella Tupungato. Antes, hicimos una escala por el Manzano Histórico, un lugar donde San Martín se detuvo a pergeñar el cruce de los Andes para libertar a Chile. Eso es lo que nos vendieron, pero al llegar al lugar, nos encontramos con un sustituto del manzano (que feneció hace varias décadas) y varios campings terrosos. Igualmente, el parque en el que se insertaba el falso manzano estaba lindo como para hacer un pic nic, cosa que llevamos a cabo, y luego seguimos viaje.
Mañana partimos para Mendoza capital, aunque lo más probable es que busquemos un lugar cercano que sea lindo como para acampar (esperemos que con mejor suerte que el día en que llegamos acá). Después seguiremos rumbo hacia el norte, cada vez más cerca de San Juan.

La posta

Malargüe
Dónde acampar:
* Camping Cuyam-Co (Camino al Dique Blas Brisoli s/n, a 12 km de la ciudad). $10 por persona sin adicionales. Es el mejor camping de los alrededores, pero eso, más que hablar bien de éste, habla mal de todos los campings de la zona. Parecen interesarse más en el restaurant y el criadero de truchas que funcionan allí que en la atención de los acampantes. Cuando fuimos nosotros había mucha gente debido a la fiesta del chivo, y estaban desbordados: no había suficientes tomas de luz por parcela, escaseaba el agua caliente y se cortó la luz dos veces.
* Otras opciones son el camping municipal, ubicado en la ciudad (tel. 02627-470691), y el de Castillos de Pincheira, caro, precario y alejado de la ciudad (Distante de Malargüe a 27 km por camino de ripio). Este último, $15 por persona. Luz eléctrica de 22 a 24 hs. Agua caliente de 18 a 22 aproximadamente. También se puede ir a pasar el día ($5 por persona).

Qué visitar:
* Fiesta nacional del chivo (principios de enero). Entrada $5 por persona. Patio de comidas, feria y números de música y baile en vivo. El plato de chivo con ensalada ronda los $22. Venta de medio chivo a $50, un chivo entero $100.
* Observatorio de rayos cósmicos Pierre Auger. Av. San Martín norte 304. www.auger.org.ar. Visitas turísticas de lunes a viernes, sólo a las 17 hs.
* Caverna de las Brujas. 2 horas, $20 por persona, reservando previamente el turno. Sofi no nos permitió ir porque fue cuando era chica, y el episodio traumó su infancia: "La palabra que tengo para describirlo es terror: pensamos que nunca íbamos a salir vivos de ahí". Cabe aclarar que cuando ella fue con su familia la infraestructura era muchísimo más precaria y que ellos llegaron a un lugar que ahora está vedado al público, la "Cámara de las Flores".
* Cascada Manqui-Malal (a 30 km de la ciudad). Acceso $3 por persona.
* Laguna de Llancanelo. Sólo con guía autorizado, entre $70 y $100 por persona.
* Payunia. Sólo con guía autorizado (12 horas, $150 por persona) y vehículos 4 x 4.
* Al norte, en el camino a Las Leñas, puede visitarse el Pozo de las Ánimas (gratis), y la Laguna de la niña encantada (entrada $3 por persona, quién sabe por qué). Una recomendación: no tomar ninguno de los dos viejos caminos a la laguna, de ripio y en pésimo estado. Desde la ruta principal hay un acceso directo que te deja al otro lado del río. Ahí se cruza el puente y se llega a la laguna, sin destruir el auto en el intento.

Valle de Uco
La mayoría de las localidades del valle son pintorescas y están muy cercanas una de la otra. Haciendo un balance, si bien nos quedamos en Tunuyán, recomendamos especialmente Tupungato como el lugar en el cual hacer base para recorrer el valle.

Dónde alojarse:
* Hotel Tunuyán (***). Av. San Martín 1248.
hoteltunuyan@yahoo.com.ar / hoteltunuyan@slatinos.com.ar. Doble $98 con desayuno. Tarjetas de crédito. Excelente atención.
* Camping La Primavera (Crayon s/n, Tunuyán). www.complejolaprimavera.alojar.com.ar. $15 por persona sin adicionales. Muy lindo y cuidado. Quinchos individuales, dos piletas, parrilleros, proveduría.
* Los campings camino al Manzano histórico están lejos de todo lo demás y no parecían ser gran cosa. Especialmente escalofriante era La Riojita (Carril Vista Flores s/n), $12, un camping que de noche es digno de Norman Bates.

Qué visitar:
* Todo el Corredor Productivo (ruta provincial 99) es lindo para recorrer, y allí hay muchas fincas y bodegas que pueden visitarse.
* Bodega Giaquinta.
Carril Zapata s/n – La Arboleda – Tupungato
tel. 02622-488090 - guiaquintavinos@ssdnet.com.ar - Visita guiada y degustación. Precios accesibles (hay vinos en botella o damajuana, de calidad y económicos).
* La Bodega Salentein es muy promocionada, pero ojo: la vista guiada y degustación vale $15 por persona.
* Fábrica de dulces artesanales Tierra Andina y bodega Nono Coletto (vinos de alta gama). Liniers 880, tel. 02622-488673, Tupungato. Degustaciones y excelente atención. Dulces a $10 c/u, o 2 por $18.
* Reserva Provincial del Manzano histórico. Acceso desde Tunuyán, por la ruta provincial 94. Entrada gratuita. Además del manzano y sus vástagos, hay un lindo parque, un monumento y un río para pasar un rato agradable. Hay campings al lado.
* Museo y fuerte San Carlos. Calle Independencia y Lencinas, sobre la plaza central. Entrada gratuita. www.sancarloshoy.com.ar.
* Laguna del Diamante (120 km de ripio en subida). Acceso preferentemente en vehículos de doble tracción.

jueves, 10 de enero de 2008

Mendoza 2008 /1

Salimos el viernes 4 de enero de La Plata, como a las 8 de la mañana, camino a General Alvear (Mendoza), donde viven los familiares de Sofi.
La verdad que el viaje fue muy tranquilo, eran muchos kilómetros (como 900), pero a partir de Junín se hacían sin mucho problema, porque son rutas rectas, tranquilas y en buen estado. Viajar por la 188 fue un verdadero placer, y más aún con el nuevo MP3 que tiene ahora el Gol.
Estuvimos alojados en lo de la tía Elsa y el tío Raúl desde el viernes hasta el lunes, y aprovechamos para pasear por Alvear, bañarnos en la pileta, pasear por la finca y visitar a todo el resto de la familia. Nos malcriaron bastante, ya que cada tío que visitábamos nos convidaba con algo rico y además nos daba algo para el viaje (lo cual agradecemos ahora, mientras acampamos en San Rafael). Estuvimos con todos los parientes, nona Clori incluida, con quien Vicente se tomó unos vinitos directo de la damajuana a las 12 de la noche!!
La verdad es que la familia nos trató muy bien, como siempre, la tía Elsa programando todo y encargándose de que estuviéramos cómodos. El domingo nos llevaron al campo que tienen los tíos en Punta de Agua y también a conocer el pueblito homónimo. Ya en Alvear, fuimos a visitar la bodega El Faraón, que ahora está incluida en la ruta del vino (epa!) y también tomamos unos helados de primera en la devenida gourmet heladería Piré. El helado de Syrah estaba exquisito.
Luego de esos mimos partimos hacia San Rafael, donde estamos ahora, y ni bien llegamos, comenzaron a hostigarnos con los precios de los campings y demás productos y servicios turísticos. Estuvimos recorriendo todos los campings de Valle Grande o el “cañón del Atuel” (por donde corre el río Atuel) y en algunos nos querían cobrar $40 o más por día, por poner una miserable carpa en el piso… La frase que definió esa situación la dijo el dueño de uno de ellos, quien, ante nuestra cara de sorpresa por el precio, exclamó: “Si la costa y Carlos Paz aumentan, ¡cómo no vamos a aumentar nosotros!”. Algunos ya conocerán nuestras habilidades ratoneras, así que no les extrañará saber que conseguimos un camping muy lindo por unos $19 por día.
Ya estamos practicando camping a full y disfrutando las bondades (?) de la Bety-dieta (ensaladas, agua mineral, baratijas, etc.).
Además, estuvimos conociendo los alrededores de San Rafael, visitando una fábrica de aceite de oliva y la afamada champañera Bianchi (hasta ahora no compramos nada: ¡si no bajan los precios no nos van a sacar un peso!), y también recorriendo los diques y embalses que hay por la zona: el Nihuil, Los Reyunos, y sus alrededores: allí nos refrescamos durante los últimos días. Algunos paisajes nos recordaban un poco a Talampaya y al Valle de la Luna, sobre todo camino al Nihuil.
El río Atuel es impresionante y escuchamos su ruido todas las noches al acostarnos… menos anoche (miércoles 9), en la que se desató una tormenta de viento que amenazaba con boicotear el asadito que nos mandamos (creo que yo, Vic, me recibí de asador anoche) y que nos quitó el sueño por algunas horas, porque la verdad que era impresionante. Volaba tierra por doquier, y hoy bajó bastante la temperatura, así que nos dedicamos a visitar las fábricas de productos locales e hicimos un picnic en la Isla del Diamante (no tan rutilante como suena, pero tranquila).
Mañana (viernes 11) arrancamos hacia Malargüe, donde nos espera (o a mí, Vic, al menos) el Festival Nacional del Chivo. Todo indica que se asarán 601 chivos para batir el récord puntano y entrar en el libro Guiness de los Récords, así que haremos lo posible por acompañar el evento. Estaremos ahí 3 o 4 días, y saldremos para el Valle de Uco y Mendoza capital, para seguir conociendo esta provincia.


La posta

General Alvear
Oficina de turismo: Av. Alvear Este y Buenos Aires.
Dónde comer:
* Restaurant El último romántico (zona céntrica) - Tenedor libre completísimo, se come muy bien.
* Heladería Piré - Independencia 67. Elaboran helado de syrah y de chardonnay, entre otras delicias.

Qué visitar:
* Bodega Faraón. Ruta 188 y calle 10, Los Compartos. www.bodegafaraon.com.ar. Visitas guiadas y venta.

San Rafael
Oficina de turismo: Av. H. Yrigoyen 745 esq. Balloffet. Abierta de 8 a 24 hs en temporada alta.
Dónde acampar:
El único camping cercano a la ciudad está ubicado en la Isla Diamante, pero creemos que no vale la pena estar cerca de la ciudad, sino de sus alrededores.
Es muy pintoresca la sucesión de campings que hay sobre el cañón del Atuel, en el camino que lleva al dique Valle Grande. La mayoría de ellos tienen pileta y acceso al río, pero los precios son elevados.
Recomendamos Rayuela (Ruta prov. 173, km 25), uno de los primeros campings viniendo desde San Rafael. $8 por día por persona, y $10 la carpa por única vez. Otra opción económica es el camping El Carmen (Ruta prov. 173, km 25 - $6 por persona por día + $6 la carpa todos los días). Para quien pueda pagarlo, es hermoso aunque excesivamente caro el Ayum Elun (Ruta prov. 173, km 27 - $14 por persona por día + $14 la carpa todos los días).

Qué visitar:
* Bodega Labiano. Cubillos 3850. Pequeña bodega que elabora vinos de alta gama y tiene un amplio horario de atención. Como rareza, elaboran "Winter", un vino para ser tomado caliente y con especias (la botella de vino con las especias, $12). También se sirven picadas después de las 21, sólo para grupos o pedidos de más de 3 picadas. Reservas al 02627-155-92680.
* Champañera Bianchi. Ruta 143 y V. Bianchi. Imponente, enorme: el fastuoso parque, las escalinatas y las historia familiar nos recordaban vagamente algunas escenas del Padrino. Visitas guiadas, degustación de champagne y ventas con un carrito de supermercado (Nos pareció cara para ser tan industrial).
* Aceitera Yancanello. H. Yrigoyen 4030. Todo sobre la elaboración del aceite de oliva y afines. Visitas guiadas, degustación y ventas (Los productos nos resultaron demasiado caros).
* Embalse Valle Grande, a 35 km de la ciudad. $10 para cruzar en el ferry a una playita de enfrente (sin sombra alguna), $8 para el acceso al solarium de la orilla.
* Dique el Nihuil, a 75 km. El camino por Atuel hacia Nihuil es pintoresco (ruta 173), pero está en mal estado. A los impacientes, sugerimos que vayan y vuelvan por la ruta 144 (toda asfaltada) que empalma con la 180. Las mejores playas están enfrente, pero hay que pagar para acceder a ellas. La zona de la villa Nihuil que da al dique tiene acceso libre y gratuito al mismo.
* Villa 25 de Mayo, a 25 km. Tranquila, pero con poco para recorrer y ver. Poco queda de las ruinas de un fuerte histórico, para los amantes de las "rutas sanmartinianas".
* Embalse Los Reyunos, a 47 km. $8 por persona el acceso a la mínima playita en el Club Hidyn (también funciona como camping).