miércoles, 30 de enero de 2008

San Juan 2008 /3 + Córdoba 2008 /1

Acá estamos, en Villa Dolores, la primera ciudad de Córdoba después de pasar la frontera con San Luis viniendo por la ruta 20 desde San Juan (para que se ubiquen los que andan flojos en geografía, estamos muy cerca de Merlo y de Traslasierra).
Hicimos un alto en esta ciudad para que el viaje no se nos hiciera tan largo desde donde estábamos: Iglesia, al noroeste de San Juan, a más o menos 170 km de la capital de la provincia, y muy cerca de uno de los pasos a Chile, que promete tomar fuerza en los próximos años cuando se asfalte todo: Agua Negra.
Retomando: los habíamos dejado en Barreal, haciendo tiempo antes de que comenzara la feria artesanal (?) y el “autocine” (¿?) en la plaza del pueblo. Ninguna de las dos ocurrieron, así que nos volvimos al camping para combatir el frío con un guiso de fideos, y en eso, después de la lluviecita que ya era casi costumbre en las tardes/noches, empezó una tormenta de granizo (!) con piedra bastante grande, así que tuvimos que refugiar al pobre Gol en un galpón que tenía la gente del camping. Gracias a Dios que teníamos el rico mistela comprado unos días antes para mitigar un poco lo desolador de esos avatares climáticos. Igualmente, hay que decir que la carpita es una masa: se bancó el granizo y la lluvia sin fisurar!
Después de este panorama, y sin haber podido ver una mísera estrella en todas nuestras noches en Barreal, partimos al día siguiente (sábado 26) para Iglesia y Rodeo, dos pueblos muy cercanos que tenían fama de ser pintorescos. La verdad que el camino es lindo y está en muy buen estado: se atraviesan las sierras de la precordillera con colores y paisajes impresionantes. Muchas veces el contraste con el color turquesa de los diques es espectacular y digno de una postal, más allá de que los sanjuaninos se quejan de que muchos de ellos están mal construidos porque no abastecen la energía para la que fueron diseñados, y además parecen estar causando (en parte, al menos), este clima tan insólito para San Juan: ¡¡lluvia todos los días!!
Conocimos un camping espectacular que está a 2 km de Iglesia, en una localidad llamada Bella Vista, y después de deliberar mucho sobre si lo mejor sería quedarnos en Bella Vista o en Rodeo (a 30 km) para hacer base y recorrer la zona, elegimos el camping de Bella Vista porque es realmente uno de los más lindos en los que hemos estado. Y además, barato: sólo $7 por persona, frente a los $40 diarios que pagábamos en Mendoza capital por poner una carpa en el piso…
Bella Vista es un lugar muy lindo, lleno de álamos, y aparentemente hay gente de otras localidades que ha construido casas para pasar fines de semana en ese lugar tan tranquilo. Estimamos que la mayoría de ellos debe huir de San Juan capital (aunque no nos parece que sea tan agitado) para encontrar un refugio apacible los sábados y domingos.
Terminamos el sábado a toda orquesta, con un asadito de un corte típicamente cuyano: punta de espalda, que resultó tierna y muy rica (una mezcla genial de vacío, entraña y tapa de asado, me atrevo a decir), y además rindió para unos sanguchitos al mediodía y una salsa de arroz con carne en la noche del domingo!
Al día siguiente de instalarnos, partimos desde Bella Vista para las afamadas termas de Pismanta, que están sólo a unos 20 km de allí. Averiguamos, y hay una pileta de natación con aguas termales (a 25 º) en las que por sólo $5 podíamos sumergirnos toda la tarde. El hotel termal es una cooperativa y parecía un poco venido a menos, aunque según constatamos en el panel de recepción, los precios para quedarse no son de lo más cooperativos (!). La opción pileta parecía potable, así que la tomamos. Por suerte, habíamos ido munidos de comida y nuestras reposeritas, pero olvidamos y lamentamos haberlo hecho, las toallas. La pileta era al aire libre y tenía una vista espectacular de la cordillera, pero corría un vientito gélido permanentemente, que desafiaba el calor del sol cuyano (el viento venía de un dique cercano, que muy apropiadamente se llama “Cuesta del Viento”). Estoicamente nos pusimos en traje de baño, y logramos juntar calor. Igualmente, al meternos en la pileta termal, constatamos que estaba muy agradable (un hombre comentó “a temperatura de orina”) y esperamos que haya sido terapéutica. El efecto inmediato que notamos fue diurético (aunque no sabemos si ese efecto fue causado por el mate que nos tomamos!), así que es posible que la temperatura del agua fuera “de orina” (!). No queríamos salir, estaba buenísima. El desafío fue enfrentar el aire fresco una vez empapados de aguas termales.
Estuvimos buena parte de la tarde allí y luego fuimos a conocer un pueblito cercano, Tudcum, seducidos por una serie de carteles que habíamos visto a lo largo de la ruta a Iglesia, que rezaban: “Visite Tudcum: el pueblo de los dulces regionales”. Era domingo, lo cual desafiaba la capacidad marketinera de los locales, ya que aparentemente todos los “negocios” estaban cerrados. El pueblo era muy bonito y tenía linda vista, igualmente. Pudimos encontrar a quien pergeñó semejante estrategia atrae-golosos, y visitamos su negocio: era un flaco de profesión sociólogo (tenía su diploma colgado junto a los frascos de dulces) que había cambiado de rubro. Se rió cuando le dijimos que habíamos llegado por los carteles, y nos hizo degustar dulce de melón. Obviamente que terminamos comprándole algunas cosas ricas.
Al final del día, fuimos a la capilla de Achango, ahí cerquita, que data del s. XVIII, aunque sinceramente no era gran cosa, nada que ver con las de la Quebrada de Humahuaca (si es por eso, fue mucho más impactante el espeluznante “Cristo negro de cuero articulado” (¡!) del siglo XVII, que conocimos en Jáchal al día siguiente).
Nuestro plan para el día de ayer (lunes 28) era salir temprano para el dique Cuesta del Viento, en el que parece que lo único provechoso que puede hacerse es practicar windsurf o buscar un lugar bien reparado del viento para pescar pejerreyes. Dicen que podés estar más o menos bien hasta el mediodía, cuando empieza a soplar un viento “de la sanputa” que te obliga a irte o resistir como puedas. De todas formas, el agua es lo suficientemente fría como para desalentar el bañarse.
Antes conocimos Rodeo, que es un poco más grande y está mejor preparado para el turismo que Iglesia (a decir verdad, Bella Vista e Iglesia son diminutos; para darles una idea, la oficina de información turística de Iglesia está siempre cerrada ¡con candado!), y de ahí salimos para el dique. Llegamos a un parador que estaba a todas luces abandonado (aunque a mí, Vic, me costó convencerme de ello) y a un camping ídem. A los dos restantes paradores no pudimos llegar, porque había un charco muy grande que impedía el acceso (del pobre Gol, al menos).
Decidimos mandar al dique a cagar, y nos fuimos para Jáchal, una ciudad de la que no esperábamos mucho, aunque había dos atractivos que nos convocaban: por un lado, el arroyo Agua Negra (nos lo habían recomendado en Barreal), y por otro, el circuito de viejos molinos harineros (declarados patrimonio histórico nacional). Creo que no exagero si digo que Sofi me estuvo vendiendo el “molino tour” durante todo el viaje, como la maravilla más grande de San Juan; por mi parte, prefiero los vinos.
Al llegar a Jáchal, nos comentaron que venían sufriendo grandes lluvias toda la semana y que había partes inundadas, pero igualmente pudimos llegar al arroyo Agua Negra. Allí había un camping y pudimos constatar que quienes se alojaban allí habían sido hostigados duramente por las lluvias. El arroyo es realmente muy bonito, se forma con agua de surgentes que vienen directo de las montañas. Las aguas son cristalinas y frías, pero igualmente nos les animamos. Es un lugar muy apacible para pasar el día.
Luego nos fuimos a uno de los molinos harineros que nos recomendaron en la oficina de turismo de Jáchal (con muy buen criterio) y conocimos al hijo de su antiguo dueño, Don Chicho, un personaje total de 75 años. El viejo nos mostró todo el molino y nos explicó cómo funciona (porque está en funcionamiento aunque tiene más de 100 años). Las maquinarias fueron traídas de Alemania y EE. UU (en el siglo XIX). Realmente valió la pena la visita.
Ese fue nuestro tour del día de ayer, que terminó retornando a Bella Vista luego de pasar el sinuoso camino de montaña que une Jáchal con Rodeo y seguir 30 km más.
Hoy nos despedimos de San Juan, realmente muy conformes por el trato humano y los paisajes, y no podíamos dejar de hacerlo sin adquirir ¡REGIONALES! Entre ellos un exquisito queso de oveja. No sabemos con certeza cuánto de lo adquirido llegará a nuestras respectivas familias o será consumido durante el viaje...
Mañana salimos para Intiyaco, una localidad cordobesa cercana a Villa General Belgrano que la familia de Sofi conoce bien. Ampliaremos la crónica desde allí, si podemos. Y si no, será de vuelta en casa, y ya con un poco de nostalgia.

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