lunes, 1 de febrero de 2010

Chile 2010 /2

¡Bueno! Acá estamos, haciendo tiempo para que el centro de engrase de la COPEC (el equivalante de YPF en Chile) abra y nos revisen la grasa de la caja de cambios del castigado Clio. Hay que decir que, más allá del trastorno en Londres y sus consecuencias, el autito se la viene bancando bien,> sobre todo teniendo en cuenta que ha pasado por todos los climas... literalmente. Estamos en la ciudad de Chañaral, un simpático puerto cercano al Parque Nacional Pan de Azúcar, al norte de la III región chilena de Atacama (para que se ubiquen: seguimos a la altura de Catamarca).

Los habíamos dejado en Copiapó, un poco preocupados por los precios de las cosas, pero particularmente por los precios de los alojamientos, que nos habían parecido imposibles. Nuestro temor era que los campings no les fueran a la zaga y tuviéramos que acotar nuestra estadía en Chile por un tema de pe$os. Afortunadamente, el panorama cambió para mejor.
El viernes 29 de enero dejamos Copiapó para ir hacia la parte costera, porque hasta ese momento aún no habíamos visto el mar. Antes pasamos por un supermercado y nos aprovisionamos de todo lo necesario, porque cuanto más alejado, más se encarecía el precio de las cosas, o eso nos dijeron. No nos costó demasiado comprar todo marca "Líder" (el equivalente a las marcas Great Value, Coto, SouBles o Carrefour de allá), y así salvamos el presupuesto.
Salteamos la ciudad portuaria-turística de Caldera y nos fuimos unos 10 km al sur, a un lugar que nos habían recomendado llamado Bahía Inglesa, en busca de campings accesibles.La primera visión del mar fue impresionante: veníamos de un desierto caluroso donde literalmente no hay NADA más que arena (caracterizado con el dudoso mérito de ser "el desierto más árido del mundo"!), y de pronto apareció el Pacífico ante nosotros, de un azul profundo, y la vista de playas espectaculares.
Fuimos a un camping pegado a Bahía Inglesa, y ahí nos querían cobrar el equivalente a $150 por día... ¡sólo para acampar! Pero el camping siguiente nos salvó: dependía del municipio de Caldera y nos salía sólo $40 (los dos) por día incluyendo las duchas, que se cobran aparte por el tema de la escasez de agua. Los administradores eran muy simpáticos y teníamos una playa espectacular justo enfrente, playa "Las Machas", así que sin dudar demasiado instalamos la carpa y salimos a caminar por la playa hasta Bahía Inglesa. Antes de emprender la caminata, un hombre se nos acercó con una canastita que sospechosamente le resultó familiar a Sofi: ¡vendía Dulces de la Ligua! Así que tuvimos que comprarle, estaban riquísimos. Para los que no saben, los dulces de la Ligua son una especie de facturas riquísimas que se venden por todo Chile, y que comimos con mate en los días siguientes.
Bahía Inglesa es como un mini-Punta del Este o Pinamar chileno, tiene una peatonal y está lleno de negocios y gente top. Es muy llamativa la cantidad de 4 x 4 que se ven, que opaca a los pocos autos "comunes" como el nuestro. Al parecer, los chilenos están transitando algo similar a lo que fueron los '90 en Argentina; y más ahora, que acaban de elegir a Piñera, un presidente de derecha (el dueño de Lan Chile, calculamos que es como un De Narváez chileno, pero canoso).
Al día siguiente, nos fuimos a recorrer las numerosas playas que hay por la zona. La característica es que hay una ruta costera y uno va pasando por una sucesión de playas prácticamente desiertas, donde hay bastante gente haciendo camping libre, por lo que se ve una especie de "tolderías". Lo curioso es que quienes hacen camping libre tienen también unas 4 x 4 terribles, es decir que no es por falta de recursos sino por gusto que lo hacen.
Nos habían dicho que había una playa muy hermosa llamada La Virgen, pero no nos animamos a entrar porque había como 6 km de ripio en muy mal estado para llegar y no queremos castigar más al pobre auto, en pos de el retorno que nos espera. Así que paramos en otra, llamada Bahía Cisne, también espectacular. Lo único malo fue que no pudimos bañarnos porque soplaba mucho viento y el agua estaba bastante congelada, según cató Vic.
Luego, retornamos al camping y pudimos comprobar cómo se iba llenando paulatinamente, ya que era sábado. (Al parecer, la costumbre de pasar el fin de semana haciendo quilombo en los camping trasciende la frontera.) Nos tocaron de vecinos un par de familias muy quilomberas, que ponían música fuerte. Cuando nos estábamos yendo a dormir les pedimos que la bajaran y lo hicieron, pero a las 4:30 de la matina nos despertamos y la música estaba al taco. Así que Vic salió de la carpa y directamente les pidió que apagaran la música. Los hombres estaban ya borrachos y lo putearon "en chileno", pero las esposas dijeron que se iban a encargar. Estuvimos escuchando los gritos de los borrachines como hasta las 5:30, así que al día siguiente hablamos con los encargados del camping y nos dijeron que les hubiéramos avisado antes, que en esos casos, les pedían que se retiraran, directamente. Igualmente, fueron y literalmente los cagaron a pedos, así que más tarde los tipos vinieron a pedirnos disculpas.
Como estábamos medio desanimados por el panorama (camping repleto, instalaciones saturadas y sucias, vecinos maleducados), decidimos levantar la carpita y rumbear hacia Chañaral, donde estamos ahora. Entramos directo al Parque Nacional Pan de Azúcar, donde hay 4 campings, y nos quedamos en uno que es "ecológico": tiene construcciones de adobe y paja y usa energía solar. Los lugares para poner las carpas son unos quinchitos con mesa y sillas, y espacio para hacer fuego, realmente muy lindos, frente al mar. Es un poco más caro (unos $ 35 argentinos por persona), pero vale la pena. La lástima es que está bastante nublado y eso impide que podamos disfrutar del paisaje en todo su esplendor. Pero nos da la excusa perfecta para que hagamos un sendero a pie y lleguemos a un mirador desde donde se ve bastante del Parque.
Nos quedaremos una noche más en el camping y luego en un alojamiento en Chañaral, para salir bien temprano a cruzar nuevamente por el Paso San Francisco el miércoles 3 de febrero. Como venimos bastante bien con el presupuesto, nuestra intención es salir a comer la última noche y castigarnos con algo del famoso pescado y marisco chileno.Esta vez, vamos a volver a la Argentina por otro camino para evitar la Cuesta de Codoceo (donde nevó). ¡Esperemos encontrar cuestas más benignas en lo que resta del viaje, o directamente, ninguna cuesta!Luego pasaremos una noche en Tinogasta, y de ahí iremos a Villa Elena (cerca de Merlo, San Luis), donde estaremos dos noches. Por lo tanto, llegaremos a La Plata el sábado 6 de febrero.
Desde Argentina seguramente escribiremos un último post para que se enteren cómo fue el regreso.

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